Meritxell Falgueras: TASTA´M
El libro del que nos vamos a ocupar en esta entrega es TASTA´M “Wines and the City”. Su autora es Meritxell Falgueras, manejo la 1ª edición en catalán, traducción de Jordi Vidal i Tubau de abril de 2023, Editorial Univers. La autora me era desconocida. Luego descubro para mi vergüenza que es doctora en humanidades y sumiller, escritora consagrada sobre nuestro tema y bloguera (winesandthecity).
Cuando lo compré únicamente me ofrecieron versión en catalán. Antes o después fue publicado en castellano: CÁTAME, título original. Nuestra atipicidad en la tierra del rioja y mi apellido no implican necesariamente saber catalán. Pero no resulta en exceso difícil comprenderlo –salvo el muy culto-, y menos aún si es leído, con ayuda ocasional de diccionario. La común raíz latina es clave. La ortografía es ciertamente enrevesada (acentos agudos y graves, apóstrofos, guiones, dobles consonantes, cedillas, diéresis…), pero no afecta al entendimiento con buena voluntad.
Me he mantenido en leerlo en catalán por raíces y razones sentimentales, además de precedentes de su aprendizaje, por mi estancia en Tarragona de la que vienen mi hija y mi nuera, y por canciones y lecturas practicadas, Serrat o Lluís Llach y por su medio de Martí i Pol, que en su momento me emocionan, aunque no más de lo que hace el escuchar una isa canaria, una jota pulmonar y ribereña del Ebro, la Iberia de Albeniz, o las danzas españolas de Enric Granados. Y ya puestos tampoco más que alguna canción de Brassens o Brel, una tarantela napolitana, un fado portugués, o una canción irlandesa de taberna. Y naturalmente la clásica centroeuropea, a condición de que de intervenir la voz ésta no sea excesivamente germánica; las arias del “Cosí fan tutte” podrían ser un ejemplo perfecto.
Con esta ópera mozartiana quería acabar para empezar ya con nuestro libro que como aquélla va también de mujeres y hombres –“tanto monta, monta tanto”-, ahora vino mediante. Me viene a la cabeza, no sé si de manera improcedente, la anécdota de Antonio Bienvenida quien, preguntado cómo había adquirido semejante conocimiento del ganado que toreaba, contestó con aplomo: “Mire usted, de los toros sólo saben las vacas, y no todas”. Parafraseando al maestro me permito decir que de los machos sólo saben las hembras, y no todas. Habrá que excluir de ellas a las que no hayan tenido contacto con ellos, lo que en nuestro caso, a tenor del libro, no es para nada el caso. Según indica la contra solapa, la autora “acompañada de sus más íntimas amigas, se embarcará a la búsqueda del vino y del hombre perfectos”. La experiencia se desarrolla en la Barcelona de la bolsa sona de 2010 y en la edad de esa prórroga de la adolescencia que alcanza la treintena, narrada con perspectiva de diez años cumplidos más.
El libro contiene un prólogo, de la mano nada menos que de Josep Roca, una introducción, un epílogo y unos agradecimientos que cierran y dotan de mucho sentido a la obra, y, en el medio, el viaje iniciático propiamente dicho que comprende 14 capítulos titulados todos ellos salvo mínima excepción como varietales vinícolas. Los vamos a seguir uno por uno, tras los vinos y las parejas catados en pos de la anhelada perfección. También las letras se pueden paladear; de metáforas vinícolas sabe mucho la autora no en vano sobre ellas versó su tesis doctoral.
1.- Sangiovese.-
Sabemos porque hemos practicado la vía Francígena que la sangiovese es la uva mágica italiana, presente en la sangre del mítico Brunello di Montalcino. “Brunello” deriva de “bruno”, moreno. A la vista de un bello ejemplar, por demás biodinámico, se entretiene la autora en observar las excelencias de aquellos hombres que son como “tintos con crianza” y las tristezas de aquellas mujeres que son como “verdejos del año”. Cuestión que queda flotando: ¿la multiplicación de catas de un@s y otr@s contribuye a mejorar el sentido del gusto o lo deteriora?
2.- Garnacha tinta.-
Según el manual de referencia sobre las variedades de uva en España (Pedro Ballesteros), del que ya hemos hablado, la garnacha (roja o tinta), como una de los más nobles varietales que es, tiene una naturaleza “que se puede asimilar a los caracteres humanos”. Aunque en algún caso es egocéntrica –le encanta hablar de sí misma-, en general es altruista –se debe al paisaje en que se instala-, camaleónica –se adapta a las circunstancias- y buena compañera –mejora a quien se une-. De aquí la diversidad de su resultado, que puede ir desde lo delicado pero complejo (aromas de fruta roja, color ligero, sabores sutiles y baja gradación alcohólica) –así la prefiere Bryan para su Laventura-, a lo potente y cargado (aromas de fruta negra, color oscuro, densidad de cuchillo y elevados grados alcohólicos).
Es la variedad escogida por la autora para definirse a sí misma y a sus amigas gemelas a las que embarca en esa búsqueda de vino y hombre perfectos para maridar. El catalán “negra” es traducido por tinta, literalmente también puede significar “melancólica” o “rabiosa”.
3.- Chardonnay.-
Chardonnay es la uva del Champagne y del Borgoña. Con forma de botella de gran borgoña nuestra protagonista se ofrece a la cata.
Para el maridaje a priori, nos dice, escogería un Chablis. Sin embargo se dejó subyugar por un Aalto 2004, que le fue ofrecido en el espacio y momento adecuados. Parecía una ganga y resultó un fiasco; supo a vulgar lambrusco, barato, simple, corto en boca y retrogusto amargo; con perspectiva incluso de rebajarse hasta vino griego con agua y otros añadidos. Trató de sazonar al pollo con curry y chardonnay. También a priori gran idea: la especia otorga su picante a la carne blanca, el blanco con cuerpo, grado y untuosidad la refresca; beber y comer se retroalimentan.
La realidad no obstante fue bien distinta. El pollo resultó un fraude, quedó sin el dulce postre esperado y el chardonnay se reservó para una amiga.
4.- Ull de llebre.-
Ull de llebre es el nombre que se da en Cataluña al omnipresente tempranillo. Nuestro manual de referencia nos dice que allí se usa por lo general para engordar mezclas, con poco lustre para el varietal. Acaso por esa diversidad de nombres (y de especies, recuérdese la polémica tinta de Toro), es la variedad escogida para llevar a sus últimas consecuencias la obviedad de un principio: no hay dos vinos iguales, y cada botella hace distinto al vino.
Es inevitable. Vida separada (en botella, en copa…) alumbra criatura nueva, y por tanto nueva personalidad. Después, distintas circunstancias físicas (temperatura, aireación…) y psíquicas (cambios de humor, atmósfera del ambiente…) agudizan las diferencias. Ya sabemos que los mejores sumilleres (v. Ferrán Centelles) son aquellos capaces de percibir estos detalles. La diversidad añade su salsa a la vida. El placer del vino es infinito.
La experiencia concienzuda y procaz de la cata de unos hermanos gemelos lleva a la conclusión de que con los hombres ocurre lo mismo.
5.- Bouchonné o vino picado.-
Este título naturalmente no augura nada bueno. Percepción de los estragos que la naturaleza o el tiempo (valga la redundancia) causan en los compañeros de viaje. Se alivian con conversaciones subidas de color y salidas de tono, y mucha glicerina.
6.- Cabernet sauvignon.-
Este se abre con un dilema sentimental: ¿qué es lo peor que se puede descubrir en un amante: que es un falso hetero o que es un hombre casado?
El dilema obviamente solo tiene una respuesta posible: depende. El vino los define: El falso hetero “combina el rencor de una mujer amargada con el egoísmo del macho más auténtico. Se presentan como un pinot noir, pero cuando los catas tienen el gusto del cabernet-sauvignon”. De nuevo nuestro manual nos enseña que esta última variedad en ambientes poco cálidos produce “bastante alcohol y aromas de pimiento verde, una clara indicación de madurez insuficiente”. Por su parte, el casado es vino aguado.
En la duda entre uno y otro como pareja para engendrar un hijo, mejor escoger a un auténtico gay que se preste y no esconda sorpresas. (Sin vino definido en el libro).
7.- Sauvignon blanc.-
El varietal de sauvignon blanc que aquí interviene es el que proviene de allende los mares, concretamente de Australia (aunque la fama la llevan los neozelandeses). Su primicia en Barcelona con una amiga que antes fuera proclive a la ambigüedad del rosado fue un éxito tan rotundo que dejó vocación de permanencia en el retrogusto: radical asunción de fidelidad incluida la espinosa cuestión de no beneficiarse de sí misma.
8.- Gewürztraminer.-
“El gewürztraminer puede parecer dulzón en nariz, pero en el fondo es muy ácido y no es un vino frágil o simple, sino muy complejo y capaz de emocionar a los más duros”, y duras, así que con un riesling alemán la dureza se disuelve como un azucarillo ante el reaparecido pollo (v. capítulo 3) implorante y arrastrado. Naturalmente nueva decepción.
En mi sentir el gewürztraminer malo se parece al mal verdejo en que ambos provocan una arcada como de edulcorante artificial en boca.
9.- Grand cru classé.-
Aquí el “grand cru classé” se erige como arquetipo de lo que (acaso) se ama pero no se posee para explicar los celos hacia el que posee que (acaso) no ama. No es tanto el amor cuanto la posesión exclusiva lo que se desea. A cada cual el sueño del grand cru classé le provoca su propio pecado capital.
Nuestra protagonista no puede quejarse del nivel alcanzado. Se inició con un Château Valandraud del 1988, de modo que ningún otro después podrá impresionarle de la misma manera. Se permitió el lujo de ser decepcionada por un Château Margaux catado en primeur en 2005 y, a la época del libro se despide, de los celos, quizás de la adolescencia, y seguro del Bully, captando definitivamente el bouquet de ese Margaux en la Cala Montjoi, al ocaso, tras una experiencia reveladora de 48 propuestas de maridaje que probablemente alcanzaba la perfección, precisamente porque no buscaba la perfección. Buscaba la armonía que es la pista de lo que se debe buscar en la vida, el vino, la pareja y el maridaje.
10.- Vinos naturales.-
Es llamativo que se apele a estos vinos para contar la situación –no llegó a la altura de relación- más patética con el hombre más deplorable, hundido en un naufragio nocturno, acaso excepcional como observa Machado, pero hasta lo hondo sin paliativos. Sale a flote incluso el recuerdo de aquél aguachirle del pollo cargado de sulfitos como algo agradable de beber, comparado con el tóxico naufragado, mezcla de calimocho y sangría de mala calidad.
Menos mal, debe naturalmente concluir, que existe una nueva generación de elaboradores de vinos naturales comprometidos con la calidad y el savoir faire.
11.- Xarel-lo.-
Acudimos de nuevo a nuestro manual: el xarel-lo es la casta más genuina, exclusiva y auténtica de Cataluña, considerada la más cualitativa para los vinos espumosos de cava. Dotada sobre todo maleabilidad, puede resultar excepcional en buenas manos; alcanza su cúspide en ciertos vinos mono varietales, aunque adopta también papel principal en los coupages.
Nuestra protagonista cata a la vez una copa de cava y una de champagne. Cada uno refleja su propia personalidad; aunque comparten método tradicional de elaboración se diferencian por la variedad de uva, la climatología, la mano del elaborador y el terroir. En esa cata a la vez doble e individual cifra el sentido de la pareja
12.- Garnacha tinta.-
En realidad blanca, que es de la que se ocupa. Nuestro manual nos confirma que su área de excelencia está en la Terra Alta de Tarragona. Parece ser una mutación de la tinta, aunque no hay una sino varias garnachas blancas, lo que añade complejidad colectiva a la que ya tiene como individuo. Nuestra protagonista la caracteriza por su “rudeza”; genera vinos con cuerpo, tánicos, alcohólicos y con madera.
Con lo cual quiere desmontar el mito de que los vinos blancos son femeninos y los tintos masculinos, lo que le da para jugosas reflexiones sobre relaciones lésbicas.
13.- Petit verdot.-
De esta variedad podemos saber según la reiterada fuente que es una uva tardía de la región bordelesa de difícil maduración por lo que fue allí casi abandonada, expandiéndose de manera anárquica hacia el Sur.
Nuestra protagonista va a la Toscana (terruño del sangiovese, ya vimos capítulo 1) a catar un mono varietal de la añada del 2009. Un vino sexi fue la llamada vía Robert Parker; se añade: descarado, divertido y con el toque de madurez perfecta. Noventa y dos puntos y … una gran decepción escondida.
No lamentar el viaje, mejor tirar de consuelo y soñar con la desmesura; a fin de cuentas la perfección es aburridamente insoportable.
14.- Vendimia.-
Capítulo final. Se vendimia lo que se planta, aunque nunca se puede anticipar el resultado. De repente la vida te regala lo inesperado: un auténtico padre gay, un paraíso neozelandés, un baño bautismal y de epifanía, algunas máximas de Confucio…
En suma y conclusión, un libro lleno de vida y de vino, de sexo y de vino, de sexos y de vinos. Escuchándonos aprenderemos de nosotros, unas y otros; leyéndonos quizás también. Sin duda más si nos catamos.
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