El libro que sirve hoy de pretexto a estas letras que pretenden siempre ser vitivinícolas es EL BOUQUET DEL MIEDO. Su autor XABIER GUTIÉRREZ. Editado por Planeta años 2016, 2017, en su colección “Crimen y Misterio”.

Es “El segundo caso del subcomisario Vicente Parra” quien pertenece a la Ertzaintza y se distingue en la categoría tipológica de los detectives de ficción por la asistencia a cursos de cata de vino por toda particularidad.

Con tal antecedente se enfrenta al asesinato de una enóloga, llevado a cabo ritualmente con un “corquete”. Según el Vocabulario Riojano de Cesáreo Goicoechea, ésta es “la herramienta que usan los vendimiadores para cortar los racimos”, a lo que se añade, para presumir de cultura ocasional, el dicho: “Marcos Marquete, vendimiador sin corquete”; lo que quiere indicar es que “cuando hiela por San Marcos – el día 25 de abril– se pierde la cosecha de uvas”.


La trama transcurre entre San Sebastián (singularmente el barrio del Antiguo) y Laguardia en Álava. Es un va y viene por la carretera que las une, de la que interesa singularmente la comarcal que comienza cuando se abandona la enojosa por transitada Nacional I a la altura de Briñas y va recorriendo la Sonsierra riojana hasta la capital de la rioja alavesa. Carretera que circula en paralelo zigzagueante, con sagrado respeto a las viñas, entre el río Ebro al sur y la sierra de Cantabria al norte. Su magia y belleza es tal que absorbe incluso a los más habituales usuarios, quienes descuidan en su arrobo las señales de tráfico con resultados que pueden ser fatales.

En Laguardia se ubica la bodega en la que la enóloga prestaba sus servicios, y que tiene en sí misma papel protagonista en la obra, desde la misma ficción de la posible existencia de semejante viñedo de cien hectáreas que sostenga el caserón, en la ladera de la sierra que mira hacia las murallas de la ilustre villa.

En el libro encontramos muchas referencias al vino, a su elaboración y su cata, pero nada especialmente sugerente añadirían a nuestra conversación como para ocuparnos de ellas aquí. Así pues de nuestro tema que es el vino se puede hablar poco, y de la trama se debe hablar menos. La acción en realidad hubiera podido transcurrir de similar manera en una ferretería, sin más que cambiar el corquete por una llave inglesa. Lo que el bouquet del vino aporta es esencialmente la verosimilitud. Es el glamour de bodega lo que explica y da sentido a la tormenta de pasiones que en su interior se bebe. Difícilmente la tornillería o cualquier otra cacharrería sería capaz de generar tales sentimientos.

Hablemos pues de bodegas y sólo de bodegas familiares. Los juristas animosos siempre a precisar conceptos de los que extraer conclusiones que manipular, califican como empresa familiar a aquella que pertenece en su integridad a una sola familia, que la gestiona directamente y con pretensión de que en un futuro al que no se pone límite le siga perteneciendo. En la práctica esto de la familia parece que vende como ejemplo de buen hacer íntimo y entregado. (Acabo de leer que el Banco de Santander pertenece al Instituto de la Empresa Familiar). Por eso no pocas bodegas se apuntan al carro, aunque sean muchas las personas, y por ende “sus familias”, quienes la integran, y desde luego no todas ellas detenten el poder de dirección ni puedan por asomo aspirar a detentarlo. Sin embargo sin olor a poder no hay en la bodega aroma de familia.

Es lugar común afirmar que, no obstante los ilusos sueños de los fundadores, la bodega familiar, en general toda empresa de tal apellido, se conserva en la familia un máximo de dos generaciones. La primera que la promueve y la segunda que la expande (es un suponer). La  tercera la liquida y aprovecha. Tal afirmación es no obstante desmentida por la estadística que determina que solo un 30% de las empresas familiares llega a pasar a la segunda generación, y que solo un 15% beneficia a la tercera, la que percibe los frutos de la liquidación. No se encuentran estadísticas sobre el porcentaje que supera la tentación monetaria de la última.

Eso en el mejor de los casos. Toda empresa colectiva corre el riesgo de desavenencias entre los socios. Tal riesgo es inevitablemente más acusado cuando se le añade el peso de la historia de convivencia familiar, con sus agravios, malentendidos, celos y heridas no cerradas. No digamos cuando se añaden a la gresca los políticos, tan preocupados sólo de sus propios garbanzos. Además los fundadores, por demás padres, tienden a no ayudar, con decisiones y preferencias equivocadas, aspirando incluso a reinar después de muertos dejándolo todo “atado y bien atado”, como decía aquél famoso testamento cuya vigencia duró apenas unos meses.

Existen, nuevamente debe acudirse a los abogados y sus conceptos, lo que llaman “protocolos familiares”, mediante los cuales la familia se dota de reglas para regular cómo se pueden producir cambios en la estructura familiar (transmisión por los socios de su posición sea entre vivos o herencias por fallecimiento), cómo se reparten las cuotas de poder entre los distintos miembros, o cómo se tapa la publicidad de los conflictos mediante la confidencialidad de los arbitrajes. Pero cuando la “sangre” se pone a fermentar la irracionalidad se desborda y no hay protocolo que pueda encauzarla. “Knives out”.

Nuestra bodega familiar nació allá por el año 2012, como Laventura porque “quien no se aventura no ha ventura”. Desde el principio pusimos las barbas en remojo, lo que no es garantía de acierto. A los pocos años pasamos a llamarla “MacRobert & Canals S.L.”, porque nos pareció más honesto presentarnos con nuestros apellidos, tan atípicos en Rioja como lo es nuestra manera de hacer el vino. La tercera generación, la que une esos apellidos y a la que van dedicados nuestros esfuerzos, ya existe y nos ayuda en ellos.

Hoy vamos a hablar en torno al libro de CARLOS CLAVIJO, titulado El hijo de la vid”, editado por Planeta en el año 2010. Narra la aventura de una bodega familiar que tras desventuras diversas alcanza la ventura de un premiado reconocimiento internacional. Quien no se aventura no ha ventura.

No os dejéis desanimar por la frase de la portada que dice “La más bella historia jamás contada sobre la tierra del vino”. A pesar de que tal pretensión no augura nada bueno, pasaréis un buen rato al leerlo, y además aprenderéis cosas interesantes sobre la historia de nuestro vino, lo que no es poco.

Punto de partida es el año de 1863 año de despegue del vino de Rioja, como consecuencia de la llegada del oídium y singularmente la filoxera a Francia y subsiguiente necesidad de abastecer al mercado francés. A partir de aquí el autor imbrica muy bien la historia con la vida cotidiana de una bodega. Asistimos a la pérdida del imperio colonial, previas guerras que vacían pueblos y viñas, de los que huyen los mozos que no pueden pagarse la exención del servicio militar. Al caciquismo en su cruda forma local. A la desafección de la monarquía y a los vientos del este que traen la revuelta en 1933. A la guerra civil y su odioso azar de asignación de bandos a la buena gente -que caminan machadianamente despreocupadas de todo lo que no fuera su caminar, y que “beben vino donde hay vino y si no agua fresca”-; a la postguerra con su cerrazón física y mental, a la segunda guerra mundial en la que el vino jugó también su papel de espía; a la recreación de Europa y su mercado…

El marco geográfico en que se ubican bodega y viñas es esa parte de la tierra del Rioja a caballo del río Ebro, en que conviven pueblos alaveses y riojanos, conocida como la Sonsierra. El pueblo es llamado San Esteban. Por su descripción hubiera podido tomarse por San Vicente, hasta que éste nos lo desbarata apareciendo en el relato. La acción es naturalmente lenta como corresponde a los medios de transporte. Ello explica que Rivas de Tereso, que hoy se mira casi sin solución de continuidad con San Vicente (o San Esteban), fuera en aquel tiempo lugar de destierro para pobladores de este último presuntamente desagradecidos. O que alcanzar el cercano Briones en carreta tirada por bueyes pudiera llegar a agriar las uvas recién vendimiadas.

El enlace de la región con el puerto de Bilbao a mediados de la década de 1850 gracias al ferrocarril será decisivo para la comercialización y despegue del vino fino de Rioja. (Aún hoy sigue rindiendo sus frutos vitivinícolas, como reconoció la Academia Riojana de la Gastronomía entregando uno de sus primeros premios a la Asociación de Bodegas del Barrio de la Estación de Haro.)

barrio de la estacion

El libro habla mucho de vino y nos da de qué hablar. No hay aspecto alguno que no merezca una puntada; desde la tierra y sus tenues manchas blancas reveladoras de posible salitre, hasta las falsificaciones que en aquél se cometen. Singularmente interesantes son párrafos salteados en la narración que dan cuenta del cuidado de la viña; no ahorra ni labores, ni consejos, incluidos los modernos bio dinámicos -como el famoso enterramiento de un cuerno de toro relleno de abono-. Situado entre éstos el aconsejar a la mujer que no acuda a la vendimia en caso de tener la regla ya que la uva podría agriarse, parece desmerecerse su razonable valor científico.

Dos cuestiones en particular han marcado la historia del vino de la tierra del Rioja, y son objeto de muchas páginas. La primera es su “maderización”: “Para hacer un buen vino se necesitan buenas uvas y buenas maderas”. “Cabe ahorrar dinero en todo salvo en éstas”. Efectivamente la madera, una específica barrica, se convirtió pronto en elemento de tipificación del vino de Rioja. No es casual que el libro comience precisamente con la salvación del protagonista en el naufragio -“El 9 de octubre de 1895, a cuatro millas de Veracruz”-, de un carguero que las transportaba, gracias precisamente a flotar en una de ellas. Nos da cuenta también del empeño de nuestro protagonista por conseguir roble de buena calidad a buen precio, el embarcarse, por tierra, en ferrocarril desde París hasta una Bosnia permanentemente desangrada, en aventura sin ficción que hubiera merecido los colores blanco y negro de una película épica de John Ford. Transcurrían los años treinta del pasado siglo y Europa se lamía las heridas de la reciente gran guerra alimentando rencores para explotar en la siguiente. Sin duda que la “barrica” ha jugado un papel trascendental en el desarrollo del vino de Rioja, pero cabe hoy preguntarse si no ha generado cansancio y una tipificación esterilizadora.

La segunda cuestión que ha marcado decisivamente la historia de la tierra del Rioja es en realidad muy pequeña: la filoxera.

La filoxera es un insecto del orden de los hemípteros cuya existencia pasa por hasta 18 estados diferentes, gozando de vidas aérea y subterránea; en la primera se reproduce sexualmente poniendo los huevos en las hojas, en la segunda en que se instala de forma parasitaria en las raíces chupando con el pico de que está dotado la savia, lo hace por partenogénesis, esto es sin necesidad de machos estimulantes. La planta como autoprotección genera en ellas nudosidades y tuberosidades que son la puerta abierta a infecciones que terminan por pudrir al huésped.

Fue en 1863 cuando la plaga llegó a Francia desde el continente americano. La época de bonanza que representó para el vino español terminó con la llegada del insecto a España; nuestro protagonista la detecta precisamente el día 12 de julio de 1901. Tras la reciente pandemia que hemos vivido causa menos asombro que la invasión y expansión de la enfermedad pillara tan de sorpresa. Los viticultores hubieron de afrontar momentos de absoluto desconcierto, en los que se plantearon métodos tan esotéricos como el riego con orina humana; también hubo caza de brujas, trampas y acaparamiento de plantas, colectivización de maquinaria…

Al final no se encontró otra solución que la utilización de vides americanas, plantadas como portainjertos, en los que se injertan, ya en su parte aérea, las vides autóctonas.  En este continente el insecto había dejado de ser mortal tras una convivencia parasitaria de millones de años que enseñó a las cepas a defenderse sin inmolarse, mediante la secreción de una savia especial que al atorar el aparato masticador de la filoxera le impide realizar nuevas mordeduras.

Como toda solución “científica” ésta pueda acarrear males imprevistos si las circunstancias cambian; la pretensión de productividad ha generalizado la utilización de tipos genéticos muy determinados de injertos y portainjertos, con grave pérdida también de la diversidad del viñedo. Pero esta es otra historia.

Parafraseando a Antonio Muñoz Molina, aunque trasladando sus palabras que están dirigidas al ámbito libresco al nuestro vitivinícola, mutatis mutandis, cabe decir: “La palabra <prescriptor> tiene una resonancia impositiva que me la vuelve antipática; pero hacen falta personas con conocimiento y gusto avezado que nos orienten en nuestras inclinaciones vinícolas, y que no sean mercenarias ni cínicas ni quieran imponernos el gato por liebre de un catecismo ideológico, disfrazado de enología. Luego cada cual elige o encuentra aquello que más le gusta y que le colma. No necesitamos prescriptores que nos den instrucciones y nos dicten consignas, sino bebedores (¿vividores?) como nosotros que nos sugieran pistas hacia lo inesperado y lo desconocido.”

Nos viene como anillo al dedo para sugeriros la lectura del libro del que vamos a tratar hoy. Su autora es JANCIS ROBINSON reconocida mundialmente como una de las personas con más conocimientos vitivinícolas del mundo.

Conocemos ya a Jancis Robinson por los comentarios que de ella  hizo Ferrán Centelles en su ¿Qué vino con este pato? Aquél primer contacto entre ambos en elBully se ha traducido andando el tiempo en especial colaboración. De hecho nuestro sumiller se ha encargado de la revisión técnica del libro que comentamos y de ponerle un Prólogo que hace honor al mismo libro: “Este libro es un ejercicio de estilo y sabiduría generoso, porque sintetiza el conocimiento básico –desarrollado tras más de cuarenta años de trabajo-, necesario para dar unos primeros pasos, firmes y sólidos, en el universo del vino”.

Algún día, quizás con más tiempo, dediquemos una de estas cartas al inmenso “Atlas mundial del vino” que Jancis escribiera en unión de Hugh Johnson y que ya va por su octava edición. (Ya que nos referimos a este último, es oportuno sugerir la guía que publica cada año, desde hace casi cincuenta, con referencias de miles de vinos del mundo, convenientemente catados y valorados. Como libro de bolsillo es de lo más oportuno para tener al alcance de la mano en trance de tomar una decisión de compra enfrentado a lo para nosotros inmenso desconocido.)

 

 

No trataremos aquí ninguna de las obras monumentales de la autora, sino de la más sencilla de todas: EXPERTO EN VINO EN 24 HORAS, publicado en castellano por Planeta en enero de 2018. En este caso la portada no emplea palabras hueras para tratar de venderse sino que expresa elegantemente el contenido que vamos a poder leer, y matiza con fino y hábil sentido del humor la dimensión del ser experto a que con su lectura (y práctica) puede aspirarse: “PARA QUEDAR BIEN”.  No puede pretenderse más. No hay atajo sin trabajo.

 

 

En seguida la autora nos confirma cuánto hemos acertado con la elección de la paráfrasis inicial: “Cuando escribo, mi papel consiste en proporcionar a los consumidores de vino información suficiente para que ellos puedan realizar elecciones fundamentadas”. De aquí se sigue su carácter reversible: “Cuando me preguntan cómo elegir vino, siempre sugiero establecer una relación con la tienda especializada de su barrio. Existen grandes paralelismos entre las tiendas de vino y las librerías. Del mismo modo que podemos explicar a un librero lo que nos gusta y lo que no para que nos haga una recomendación personalizada, una buena estrategia consiste en explicar a un profesional del vino lo que nos gusta y pedirle que nos recomiende algo parecido pero mejor, más atrevido o a mejor precio”. Vino y letras van pues naturalmente siempre de la mano.

Como dije el contenido del libro nos viene indicado en la portada sugerente y prometedora. Se añade que está impresa con las letras en relieve, que piden ser acariciadas de modo que anticipan el estímulo de todas nuestras percepciones sensoriales, que dentro encontraremos. Porque a la postre de eso se trata, de dar pautas a los amantes del vino para que sepan más y entiendan mejor, sientan más y disfruten mejor. La pretensión del libro constituye la quintaesencia de la enseñanza: ayudar a la formación de un criterio personal.

Por descontado que es un manual dirigido fundamentalmente a los que se inician en la cultura del vino, pero incluso los más avezados conocedores encontrarán placer en su lectura, en corroborar la sencilla explicación de lo que ya conocen, o en recordar particularidades olvidadas. Todos los temas de interés relacionados con el vino merecen su atención clara y libre de prejuicios: su elaboración, sus tipos, su cata, su momento…; la botella y otros envases, su información, su conservación, su precio…; las uvas, sus variedades –las sugerencias de catas comparadas (mi subconsciente escribió, como es natural, “compartidas”, he debido corregir) son de lo más estimulantes-; las regiones vinícolas que hay que conocer (guía básica)….

Y por lo que hace a las letras es un libro amable, fácil de degustar como un buen vino abierto. No contiene pretensiones literarias, pero sí imágenes y guiños de humor que son de la mejor literatura.

“…el vino no es ni tierra ni dios, sino profunda y únicamente humano.” (pág. 22)

El libro del que os queremos hablar en esta entrega es obra de uno nuestros más afamados Masters of Wine  (MW). Se trata de PEDRO BALLESTEROS TORRES, y el libro se titula: “COMPRENDER EL VINO. Casi todo lo que aún no te habían contado de los vinos españoles”, primera edición, noviembre de 2021, colección Planeta Gastro.

Tiene 527 páginas, de las que doce son de Bibliografía. Bien se ve que es un libro no menor. Se puede dividir en dos partes claramente diferenciadas pero que se retroalimentan. La primera sería algo así como el contexto de nuestro sector vitivinícola, y la segunda las castas de uva que en ese contexto se han desarrollado. Vienen precedidas de un Prólogo, de mano de Álvaro Palacios y de una Introducción, que debería leerse también después al final como segundo Epílogo.

El contexto del sector vitivinícola de España son los condicionantes pasados y presentes de la elaboración del vino. Por un lado está el medio natural, la geografía: montañas, aguas y climas. Por otro, el medio histórico: las circunstancias políticas y sociales que desde los tiempos prehistóricos han ido influyendo en tal elaboración, hasta culminar en la categorización de los productores actuales. La perspectiva pues no es la acostumbrada en estas letras del vino en su copa, sino la del vino como producto global creador de riqueza.

Los rasgos más característicos de la geografía española que han incidido en la producción de vino son la existencia de montañas casi infranqueables y de ríos no navegables en los valles intermedios, que actúan de fronteras interiores como obstáculos que hasta tiempo bien reciente no se han podido superar. Las producciones de los valles tienen pues difícil salida. La primera condición para la existencia del vino fino es la existencia del cliente pudiente, de modo que solo la proximidad a las grandes ciudades (Madrid, Barcelona, Valencia…), o a puertos marítimos (Jerez, Levante, Canarias…) desde los que acceder a aquellas, posibilitó una industria del vino de calidad en nuestro país.

Por otra parte esas mismas montañas y su contraste con las corrientes de aire y agua, procedentes fundamentalmente del océano y mar que rodean la península ibérica, generan un efecto llamada Foehn o Föhn que determina que la humedad se quede en las zonas de barlovento, las fachadas marítimas, y apenas alcance a sotavento. Ello se traduce en una diversidad de climas: atlántico norte, atlántico sur, continental, mediterráneo y canario, que conforman la diversidad de regiones vitivinícolas de España.

Pero, insiste, al margen de la existencia del mercado receptor adecuado, lo que determina la calidad del vino no son esos condicionantes geográficos, de suelos y climatológicos, sino las personas, y “no todas las personas, solo aquellas que tienen ambición y conocimiento, y aquellas que comercian para movilizar la riqueza”. Bajo esa perspectiva propone una nueva clasificación de las regiones españolas, combinando su menor o mayor calidad e idoneidad para la producción de vino con su vocación comercial, distinguiendo al efecto entre: vinos de lujo, de viñedo suburbano, de pasto local y de pasto internacional. De la síntesis resultan las siguientes regiones: (i) Vinos de y para el Mediterráneo, (ii) vinos para el Atlántico, (iii) vinos del tren, (iv) vinos del camión, y (v) vinos de Internet.

Como se ve un ejercicio de originalidad que tras la lectura se convierte en  evidencias.

A continuación se ocupa del contexto histórico, desde su invento, o descubrimiento, allá en algún lugar del Cáucaso hace al menos 8.000 años. En sucesivos capítulos pasa revista a las aportaciones de egipcios (distintivo social), de fenicios (comercio), de griegos (cultura y mito), de Roma (técnicas de viticultura, orden jurídico…), de godos y árabes (con las iglesias hemos topado…), de la (llamada) Reconquista (conformación de un nuevo país vitivinícola, monástico y minifundista en el norte, latifundista, de órdenes militares en el sur…), del Imperio sin ocaso pero con final (y sus consecuencias coloniales), del Madrid central (carreteras radiales, salidas para el vino: feudalismo o exportación…), de monarcas y otros gobernantes (escasa visión del vino como fuente de riqueza…), del ingreso en la modernidad (perniciosas consecuencias de las desamortizaciones…), de males

biofísicos ajenos que pronto fueron el propio: la filoxera (el vino se hace industria…), de las grandes guerras propias y ajenas, (vaivenes y azares), de la postguerra (aislamiento y cerrazones), del ingreso en la Unión Europea (y en un mundo de libertades, de personas, de comercio, de capitales…).

Esa es la herencia, de la que inevitablemente se ha de partir para crear el presente y el futuro que es lo que aquí interesa. Y lo que de verdad aquí interesa es el buen vino, el vino fino. Vino fino es el vino de calidad, vino de pasto es el vino del montón, no intrínsecamente malo, pero no generador de riqueza.

La España del buen vino es un país en construcción” afirma. Con su original, perspicaz y coherente percepción de hechos y circunstancias categoriza a los participantes, explicando el papel que cada uno está jugando. La relación no puede ser más sugerente: (i) los exploradores de la memoria, (ii) los nuevos conquistadores, (iii) los vinateros viñedistas, (iv) los nuevos viñeros, (v) los superbodegueros, (vi) los trazos libres, (vi) los gatopardos, (vii) los ideólogos, (viii) los paguistas, (ix) los grandes del supermercado, y (x) las cooperativas.

ESPAÑA Y SUS CASTAS DE UVA abarca, como dijimos,  la segunda mitad del libro. Se inicia con un preliminar, en el que hace observaciones, necesariamente previas, sobre nacimiento y consecuencias  de las variedades, su importancia histórica  para definir los vinos de lujo, su relación con las identidades políticas, el peso de las preferencias de los prescriptores, el falso apriorismo de nobleza o de vulgaridad, y singularmente sobre la genética de nuestro viñedo que debido a la filoxera se desarrolla hoy fundamentalmente a base de injertos aéreos europeos sobre sobre patrones (portainjertos) americanos que han demostrado su resistencia al insecto en el subsuelo –aunque con riesgo evidente para la biodiversidad por sempiternas razones de rentabilidad de los biotipos utilizados-, habiendo afortunadamente desaparecido prácticamente los híbridos productores directos, creación de variedades por modificación genética que les dota de inmunidad frente a las enfermedades (y seguramente de impunidad frente a sus propios males).

A continuación pasa revista a todas las variedades que puede, que son las que se ha bebido, porque como nos dice en conclusión, la literatura sin cata nada añade, es mera palabrería: “Quedan seguramente bastantes castas por mencionar. Mi criterio a la hora de escribir es hablar de lo que he bebido, que con lo que he leído no sé dar más valor añadido del que escribió”.

Pero no penséis que son unas cuantas, paso lista a continuación, sin poder añadir nada más que salvo error u omisión por mi parte.

  1. Variedades nacionales.
  • Garnacha
  • Tempranillo
  • Monastrell
  • Bobal
  • Mazuelo o cariñena o mazuela o samsó
  • Graciano
  • Cabernet sauvignon
  • Alicante bouschet o garnacha tintorera
  • Macabeo o viura
  • Verdejo
  • Palomino
  • Xarel-lo
  • Pedro Ximénez
  • Garnacha blanca
  • Malvasía riojana y/o subirat parent o alarije
  • Merseguera
  • Airén
  1. Variedades de La Raya (Hispanoportuguesa)
  • Mencía
  • Juan García o malvasía negra
  • Rufete o tinta pinheira
  • Bruñal o alfrocheiro preto o baboso negro o albarín negro
  • Trousseau o merenzao o bastardo o tintilla o verdejo negro o bastardilla chica o negro saurí
  • (Minoritarias gallegas) Sousón, brancellao, ferrón
  • Albariño
  • Treixadura o trajadura
  • Loureiro blanca y tinta
  • Malvasía de toro o doña blanca o dona branca o moza fresca
  • Cayetana blanca
  1. Variedades canarias.
  • Listán negro
  • Listán prieto o misión o criolla chica o país
  • Vijiriego o vijariego blanco o diego
  • Forastera
  • Marmajuelo o bermejuela
  • Baboso blanco
  • Malvasía de La Palma, de Sitges, de Lípari o torrontés gallego
  • Gual o boal o malvasía fina o torrontés gallego
  • Malvasía volcánica o de Lanzarote
  • Albillo criollo de La Palma
  • Tontilla/castellana negra
  • Sabro
  • Verijadiego
  • Baboso negro
  • Vijariego tinto
  1. Variedades importadas.
  • Cabernet-franc
  • Merlot
  • Syrah
  • Petit verdot
  • Marselan
  • Pinot noir
  • Chardonnay
  • Sauvignon blanc
  1. Variedades de nicho.

Cataluña:

  • Trepat
  • Sumoll o vijariego tinto
  • Parellada

Baleares:

  • Callet
  • Mantonegro

Levante:

  • Mandó o mandón
  • Arcos
  • Verdil

Andalucía:

  • Romé
  • Jaén negro
  • Zalema

Castilla:

  • Albillo real
  • Albillo mayor o torrontés riojana (de España)
  • Albilla de Manchuela o albillo de Albacete
  • Tinto Velasco o tinto de la pámpana blanca
  • Moravia agria

León:

  • Prieto picado
  • Albarín blanco o branco lexitimo

Galicia:

  • Caíño longo, caíño tinto y caíño bravo

Asturias:

  • Carrasquín

País Vasco:

  • Hondarrabi beltza
  • Hondarrabi zuri (courbu) y hondarrabi zuri zerratia (petit courbu)

Rioja:

  • Maturana blanca
  • Tempranillo blanco

Aragón (Somontano)

  • Moristel
  • Parraleta

A todas ellas dedica al menos un párrafo, a la mayoría varios y a las más importantes varias páginas. Asombra su memoria (y archivo), su gusto y su claridad de criterio. Ya sabéis a dónde debéis acudir en busca de consulta, aprendizaje y disfrute, presupuesto que amáis el vino. Es claramente el manual de referencia del vino en España.

Termino este libro con el profundo agradecimiento a este veneno de licor suave que, como el amor de Lope de Vega, te hace ver que un cielo en un infierno cabe”. Así empieza el epílogo. Yo lo termino con mi profundo agradecimiento al autor.

El libro del que nos vamos a ocupar en esta entrega es de imágenes y de letras.

Las imágenes son etiquetas de botellas de vinos de Rioja que forman parte de la colección de Eustaquio Uzqueda Prado, artista, pintor y diseñador de unas buenas cuantas de ellas. Las letras son los textos que tales imágenes le sugieren al periodista y divulgador de la cultura del vino Javier Pascual Corral para hacer el relato de la historia moderna del vino de Rioja.

La colección, nos cuenta, está formada por unas cuantas miles, de las que se han seleccionado para su estudio conjunto un millar, del que el libro nos ofrece imágenes de unos cientos. Seguramente representan una parte infinitesimal de las que hasta el presente se han pergeñado. Toda pretensión de mayor precisión numérica resulta innecesaria; con las publicadas ya se nos ofrece satisfacción sobrada y cabal idea de la materia.

El libro lleva por título “EL VINO DE RIOJA EN SUS ETIQUETAS. La colección de Eustaquio Uzqueda” y ha sido editado por el Instituto de Estudios Riojanos en enero de 2023.

 

Aprendemos en la introducción que el arte y oficio de hacer etiquetas tiene un nombre: Ephemera; así llamado porque son documentos que “duran un solo día”, ya que “no pretenden sobrevivir a la actualidad de su mensaje”. Lo efímero está en la propia esencia del ser humano, de modo que resulta ser lo más apreciable, si no lo único, que hay en vida, aunque resulta triste pensar que el mensaje de la etiqueta se agota en un día, aquél en que la botella pasa a manos del consumidor, como si su destino fuera burdamente mercantil y se agotara con la transacción. “Pasajero o de corta duración”, que es la segunda acepción del término en nuestro diccionario académico sería una justificación más razonable, contando además con la relatividad del tiempo y del espacio.

En todo caso el mensaje en la botella va ligado necesariamente a la pervivencia de su contenido. Bebido el vino desaparece naturalmente el mensaje que le acompaña. Una botella bebida que se guarda como recuerdo transmite sensaciones de vacío e incluso la desazón de lo inútil: la etiqueta adopta aire de esquela.

La pervivencia del mensaje va pues ligada a factores objetivos del propio líquido y a otros propios del azar. Escoger el momento óptimo de consumo que es defunción, participa de las angustias e incertidumbres de su alumbramiento: queda cerrado el ciclo vital que se inició con la vendimia. Pero la espera por ese momento puede resultar más angustiosa todavía. Primero porque nuestro propio ser efímero nos la puede hacer estúpida, lo que no hay Dios que remedie, aunque acaso pueda darnos alguna compensación. Segundo porque el inevitable deterioro del vino nos la puede hacer inútil, salvo que nuestra pretensión al adquirir la botella fuera puramente especulativa, caso en que aspiraremos a que el mensaje en la botella tenga pretensiones de eternidad para mayor gloria de la bodega y de nuestro peculio. La función utilitaria de la etiqueta se ve en este caso notablemente acrecentada, a costa de la pérdida irreparable del placer de la bebida.

Una vez disfrutado el vino, amortizada por tanto la función utilitaria de la etiqueta, despegada acaso ésta de la botella, el papel, al margen de nostalgias individuales e intransferibles, pasa a transmitir otras dimensiones atemporales. Es arte y su soporte a la vez, y al tiempo un documento histórico que puede ser muy revelador del contexto social en que se expresó. De esto trata precisamente el texto del libro que nos ocupa.

La magnitud de la base de datos en estudio –la Colección Uzqueda-, lleva a su autor a confiar en que “la presente publicación, en la que, por primera vez, se estudia el etiquetado de los vinos de Rioja no solo contribuya a un mayor conocimiento de la evolución seguida por esta denominación de origen, sino que también sea un aliciente para que, en el ámbito académico, se aborde el estudio de esta materia con el rigor científico exigible, por ejemplo, a una tesis doctoral”. Ello no le significa rehuir el esfuerzo de llevar a cabo una cuidada catalogación dejando sentadas las bases científicas para esa mayor profundización.

Empezando por lo que es la parte final en el libro, éste nos ofrece una selección fotográfica de las etiquetas en estudio. Se distribuyen en primer lugar entre tres categorías de bodegas:

(A) Fundadas en el último tercio del siglo XIX,

(B) Período intermedio, y

(C) Fundadas en el último tercio del siglo XX.

Las dos primeras décadas del siglo XXI han quedado fuera del estudio porque el desmadre de bodegas y de etiquetas ha sido tan “espectacular” que resiste toda posibilidad de catalogación, a lo que se añade claro es la falta en estos momentos de suficiente perspectiva histórica.

Se continúa después la catalogación atendiendo a otras categorías:

(D)

(1) Cosecheros,

(2) Comerciantes del siglo XIX y principio del XX,

(3) Cooperativas,

Funcionales:

(4) para exportación,

(5) institucionales,

(6) conmemorativas,

(E)

(1) autoadhesivas (aunque es de advertir que este grupo se ha recogido en un apartado anterior relativo a la Técnica),

(2) Presentaciones especiales.

Respecto de los grupos reseñados hay un comentario previo para cada uno y respecto de las bodegas hay otro propio para cada una, con especial atención a las centenarias. Después vienen las fotografías de las etiquetas seleccionadas. He aquí, a título de ejemplo, la relativa a la centenaria bodega Viñedos y Bodegas de la Marquesa-Valserrano S.L.:

Sobre la base de esa catalogación se ha realizado el estudio  del diseño y de la iconografía del etiquetado del vino de Rioja.  Respecto de lo primero –DISEÑO- analiza el autor tanto aspectos técnicos de las etiquetas (tipografías, recursos gráficos, procesos creativos, de impresión y de pegado…), como artísticos (estética, arte, heráldica, títulos nobiliarios, arquitectura de bodega y otros elementos de comunicación…). Respecto de lo segundo -ICONOGRAFÍA- se analizan aspectos como la (inicial) influencia francesa, la definición de la identidad de Rioja como presupuesto para construir marca, indicaciones al respecto: de envejecimiento, de lugar de embotellado, de viñedo… e imperativas derivadas de la regulación legal en defensa de la marca… Todo ello convenientemente contrastado con la oportuna referencia a la correspondiente etiqueta según la catalogación a que antes nos hemos referido, por sus letras de la A) a la E) y sus números.

Debe añadirse como colofón que el libro contiene además datos preciosos –y precisos-sobre circunstancias vitivinícolas de la DOC Rioja, como número de bodegas, litros vendidos, normativa del Consejo Regulador…, no en vano el autor es máximo especialista en la materia y editor de la revista de referencia del sector que es La prensa del Rioja.

En suma un libro que los ingleses definirían como “coffee table book”, siempre a la vista para su visita recurrente, paladeando letras, imágenes y naturalmente… vino.

 

John Steinbeck escribió en 1939 “The Grapes of Wrath” -“Las Uvas de la Ira”, según la traducción al español más extendida-. Obtuvo el premio Pulitzer al año siguiente, y fue sin duda decisivo para que su autor recibiera el premio Nobel en el año 1962. Manejo una edición indudablemente sudamericana, tan al uso en su momento, con traducción de Hernán Guerra Canevaro, que lleva fecha de junio de 1968, esto es seis meses antes del fallecimiento del escritor.

El éxito de ventas fue inmediato, ayudado desde luego por la versión cinematográfica que hiciera John Ford en tal año de 1940, con el papel protagonista de Henry Fonda, de increíbles ojos azules también en blanco y negro.

La relación entre literatura y cine daría para una conversación muy vitivinícola, porque va de gustos y no de cánones. El lenguaje escrito y el audiovisual no comparten parámetros que permitan su comparación, de modo que siempre habrá prejuicios de predilección por uno o por otro. Baste aquí decir al respecto de nuestras obras que ambas son imprescindibles, y que el autor de la novela dio el visto bueno a la película, aunque el guion traicionara a la primera siempre que la exigencia mercadotécnica hollywoodense lo requería.

En la imagen: un granjero y sus hijos caminando contra una tormenta de polvo, Cimarron County, Oklahoma, USA. Fotografía de Arthur Rothstein en dominio público. Fuente: Library of Congress.

Steinbeck narra la emigración de una familia de Oklahoma -motivada por la pérdida de su tierra y de su casa, arruinadas todas por un clima tormentosamente polvoriento que las incapacita para para pagar sus deudas primero y subsistir después-, hacia el Oeste a California, en busca de un futuro. Años de la gran depresión. Viaje colectivo e iniciático por la Ruta 66 que no culminarán todos ni éstos al acabar serán las mismas personas que lo empezaron.

En realidad el libro nada tiene que ver con el vino que bebemos; acaso pueda pensarse que éste no es el lugar adecuado para hablar de él. Sí que en un par de ocasiones se menciona la existencia, allá en el rico oeste, de unos viñedos dorados, hermosos y accesibles, pero su búsqueda se revela utópica. La única referencia directa al tema que aquí nos convoca es el jugo en el que aspira a empaparse uno de los ilusos soñadores de futuro, soñando con restregarse racimos en la cara o yacer en la cuba con ellos. Los dorados viñedos vienen a ser la imagen de una Tierra de Promisión que no llega a alcanzarse, porque no existe la promisión. Claro que en este caso la promesa no procede de la palabra divina sino de unos folletos taimados que la venden a todo color.

Sin embargo, si se teclea en algún buscador de internet las palabras: “libros (o también “novelas”) sobre vino”, “Las uvas de la ira” aparece con frecuencia recogido. Puede ser la fuerza de convocatoria del título, puede ser la estupidez intrínseca al algoritmo que no concibe metáforas. Las uvas  de nuestro título no son las uvas del vino, sino la imagen de la injusticia y del abandono que terminará fermentando en ira. “En sus almas las uvas de la ira van desarrollándose y creciendo, y algún día llegará la vendimia.” Es la fermentación lo que interesa al autor.

El libro es un relato escarnecedor de la crueldad de la sociedad americana. Avidez de dinero y del poder que este otorga. La crueldad disminuye en la misma medida que lo haga el capital que se posea, de modo que en los pobres de solemnidad la generosidad y la entrega son absolutas. Se ha acusado al libro de maniqueísmo. Los malos son muy malos y los buenos son muy buenos. La línea divisora está muy clara: ricos y pobres. No dudo de que pueda verse así, pero acaso pueda decirse, en descargo del autor, que no fue el primero al que se le ocurrió.

De la “vendimia” de tales uvas, del recoger lo que se ha sembrado, se ha seguido que el autor anunciaba la llegada del “comunismo”. No aseguro  tampoco que ello no pueda ser cierto. Desde luego tanto el autor como el director de la película fueron objeto de atención del comité de actividades antiamericanas. Y hay palabras en la primera bastante transparentes: “… algún día los ejércitos de amargura irán todos por el mismo camino. Y todos marcharán juntos, y a su vista el mundo temblará de terror”…“Si ustedes los que poseen las cosas que los demás deben tener, comprendieran esto, podrían ponerse a salvo. Si ustedes pudieran separar las causas de los resultados, si pudiesen saber que Payne, Marx, Jefferson, Lenin fueron resultados, no causas, podrían sobrevivir. Pero ustedes no pueden saber. Porque la cualidad de poseer les ha metido para siempre en el “Yo” y separado totalmente del “Nosotros”.

Claro es que el comunismo disfrutaba entonces de un aura mistificada que se negaba a la realidad de su dictadura y de su naturaleza de capitalismo de estado, en el que los medios de producción pertenecen a los burócratas, ahora tras la caída del sistema reconvertidos en oligarcas, siguiendo la máxima gatopardiana de hacer que todo cambie para que todo siga igual.

El tercer “…ismo” del que se ha tachado al libro es: feminismo. Se sustenta la apreciación en que el personaje que en el libro aparece dotado de mayor clarividencia, capacidad de sufrimiento, dotes de improvisación y empuje es el de la madre. A los hombres apegados a la tierra su pérdida los desnorta, pero la madre está apegada a la familia, es la poseedora del fuego del hogar, y allí donde ella lo prenda la familia seguirá estando. Ha pasado casi un siglo, las circunstancias socio familiares han cambiado radicalmente, pero el rescoldo queda.

 

Desde luego todos los personajes del libro tienen pareja potencia y están muy bien delineados. Muchos se perciben como arquetipos ya conocidos: el padre analfabeto y por ende receloso –“cada vez que ha visto escribir le han sacado algo”-, sherifs y policías embebidos de poder, camareras ángeles de bar de carretera, bebedores ebrios de whisky, apóstoles de todo prohibicionismo…

Impacta la figura del predicador. Tiene el aire unamuniano del San Manuel Bueno, mártir, quien ejercía también la fe del sacerdocio aun siendo incapaz de creer en los misterios que predicaba.

La duda que asalta al personaje de nuestra novela es ciertamente más prosaica: la compatibilidad de su misión con su pasión por las mujeres. Ello le lleva a sentirse indigno de su papel de predicador, pero no puede dejar de ejercerlo por presiones de la familia que en algún momento necesita de consuelo o de alguien que sepa expresarse con la gravedad adecuada a la ocasión. Como cuando se ha de enterrar al abuelo: “Este anciano vivió su vida y hoy ha fallecido. No sé si fue bueno o malo, pero eso no importa mucho. Vivió y eso es lo que importa. Y ahora está muerto y eso no tiene importancia. Una vez escuché a un hombre recitar un poema: <<Todo lo que vive es sagrado>>. Pensando un poco se descubre su verdadero sentido. Él está perfectamente bien. Tenía una misión en la vida, pero ya ha terminado. Pero nosotros tenemos que vivir, y hay miles de vidas, y no sabemos cuál seguir. Y si yo hubiere de rezar, lo haría para aquellos que no saben dónde volverse. El abuelo tomó el camino más recto y definitivo Y ahora, cúbranlo de tierra, y déjenlo en paz.” Quiere dejar de predicar, pero no puede  por el amor de/a sus fieles.

Llevando el agua a nuestro molino, podríamos escucharle lo mismo que oímos decir al santo Manuel, naturalmente en una boda: “¡Ay, si pudiese cambiar el agua toda de nuestro lago en vino, en un vinillo que por mucho que de él se bebiera alegrara siempre sin emborracharse nunca…o por lo menos con una borrachera alegre!

La lectura de este libro es un ejercicio espiritual. No del estilo de los que hube de practicar en mi adolescencia que, por decirlo con adecuados términos vitivinícolas, padecían de exceso de sulfuroso, sino lleno de vida.

“¡Hay que vivir!” dice el uno, “Todo lo que vive es sagrado”. añade el otro. El vino es vida, bebamos dignamente.

 

 

 

 

 

El libro del que os hablaré hoy se titula “EL GENIO DE LA BOTELLA” “Un relato que descubre el secreto del buen vino”. El autor es MIGUEL ÁNGEL AGUIRRE BORGALLO. Editado por “Lo Que No Existe” 1ª edición Julio 2013.

Se trata de un panegírico dedicado a María, que es tanto el nombre de un vino, como el de la persona que se lo concede. María del Yerro fundadora, con su marido Javier Alonso, de Viñedos Alonso del Yerro, bodega y tierras ubicadas en Roa, en la denominación de origen Ribera del Duero. “A Javier y María, genios inspiradores de esta obra”, reza la dedicatoria.

Dase el caso de que los conozco de época en que vivían en Logroño ocupándose de las Bodegas Samaniego, ocupación que abandonaron para arriesgarse en Laventura de una bodega estrictamente familiar. Muy similar a la nuestra mutatis mutandis (“Quien no se aventura no ha ventura”). No solo los conozco, sino que también he podido disfrutar de su hospitalidad y generosidad tanto en su casa de aquí como en la de allí. De modo que no me sorprende que merezcan un libro de 189 páginas.

Respecto de su proyecto podemos contar con la explicación que la misma María nos ofrece. Verdaderamente ella también hubiera podido figurar en el libro de Tras las viñas del que nos hemos ocupado en entregas anteriores, pero solo trece fueron los elegidos. En el libro que ahora nos ocupa tiene una ligera participación presencial, pero sus palabras aquí proceden de otro libro que en el futuro será merecedor de su correspondiente recensión, que es PALABRA DE VINO El placer de una grata conversación hasta apurar la botella, de vino naturalmente, que el periodista MANUEL VILLANUEVA mantiene con una serie de personajes más o menos famosos o conocidos.

“Entendemos la bodega y sus quehaceres como un desarrollo del ámbito familiar”. Esta afirmación es el punto espiritual de partida. Que se materializa con el nacimiento de Viñedos Alonso del Yerro en el año 2002 mediante la adquisición de la tierra en sitio próximo a Roa de Duero. Los viñedos serán nuevamente bautizados con imposición de nombres referidos a sus hijos. En el ámbito familiar son introducidos desde el principio prestigiosos enólogos que comulgan con su espíritu: “el vino se hace en el viñedo”: Gonzalo Iturriaga, Stéphane Derenoncourt, Lionel Gourgue….

A continuación viene la construcción en los viñedos de la bodega y su casa adyacente y después la expansión a Toro… Sin embargo, “el 2011 fue un año de crisis especialmente complicado para nosotros. No dudo que el accidente cardiovascular que sufrió Javier al año siguiente fuese consecuencia de ello”. Es el momento en que María debe tomar las riendas y exteriorizar toda la resistencia y tenacidad que lleva dentro. No fue suerte, sino previsión del espíritu, el que pudiera recibir entonces el impagable apoyo de su hijo Miguel ingeniero agrónomo quien se incorpora como director general del proyecto. Proyecto hoy consolidado ¡Chapeâu!

Volvamos al libro que nos ocupa. Éste es el fruto del tropiezo de un genio, el genio del vino de nombre Tempranillo, instalado en una botella de María 2006, con su afortunado bebedor que resulta ser un ilusionado aspirante a escritor. Ilusión que se colma gracias a la ayuda de Musa, naturalmente, el genio de la literatura, convenientemente estimulada por su primo Tempranillo. Éste inspira la pasión del vino, la primera el arte de trasladarla al papel. Sin narración nada es historia. Y la historia se desparrama por mil vericuetos todos ellos conectados con el placer del vino, de la conversación y de la amistad. Su sola lectura ya nos hace bien; queda al particular criterio de cada lector, como de cada bebedor, el apreciar el método y valorar los méritos.

Aquí nos interesa lo que nos enseña sobre el vino y puede enriquecer nuestra conversación en torno a él. Tempranillo, el genio, no concede aladinos deseos –ni ofrece taimadas tentaciones como “el diablo en la botella”-; es algo mucho más grande, es “un gran contador de historias”.

El tal genio ha vivido siempre vinculado a la Ribera del Duero desde su primer trabajo en el mosaico de Baños de Valdearados unos 2.000 años ha.

(Inciso: Baños de Valdearados se encuentra en la parte de Burgos de la Denominación de Origen Ribera del Duero. Quien acuda hoy a la Villa Romana para ver el Mosaico de Baco, verá una réplica realizada mediante impresión fotográfica de alta calidad sobre un soporte papelgel, en tono un poco más oscuro que las teselas originales, ya que el mosaico original fue saqueado en el mes de diciembre del año 2011, llevándose los ladrones, previo su destrozo, la escena principal “El Triunfo de Baco” y dos escenas menores de caza en las que se representan a los dioses Euros y Zephirus.)

Nuestro genio, por métodos naturalmente geniales, se ha ido trasladando, al compás de los tiempos, de un arte a otro, de un receptáculo a otro, hasta acabar en sucesivas botellas, siempre la del mejor vino de su época. La última de la que naturalmente da cuenta el libro es la dicha María 2006. La penúltima de que se enorgullece fue un Vega Sicilia Único de 1965. (Acaso el genio con tanto trasiego haya perdido algo de memoria y no recuerde que esta botella era de cosecha 1940, si bien embotellada en 1965. De ésta se pudo beneficiar también el autor de estas líneas en circunstancia memorable del año 1978, de la que guarda por tanto imborrable memoria, paso del tiempo incluido. Tal parece que Tempranillo olvidó también convocar en ningún momento a su prima a la celebración).

El tono elegíaco del empeño nos lleva a leer sin tan siquiera enarcar una ceja que tal vinculación del genio es debida a que se trata de la mejor región vinícola del mundo. Limitándonos aquí a España, es desde luego cierto que hasta hace no demasiados años, Ribera y Rioja se disputaban el honor de ser la mejor región vitivinícola, al menos por cuanto a los vinos tintos se trataba. Debate en el que evidentemente se identificaba la calidad con el particular gusto de cada cual. Hoy tal dicotomía ha quedado superada -felizmente, al menos para los consumidores-, por la presión de las entidades autonómicas, que han definido sus propios mercados vinícolas internos al calor de “lo nuestro”. Mercado de proximidad que ha propiciado un notable incremento de la calidad de los vinos en todas ellas. Lo cual significa el incremento de la biodiversidad en viñas y en vinos del que todos nos beneficiamos.

Claro es que ello tiene su peligro y es que se pretenda hacer de la diversidad factor de identificación y como consecuencia de diferenciación. En nuestro libro se cuenta una discusión de autobús al respecto de si la uva “tinta de Toro” es un varietal autóctono de tal zona o si es una variante de la uva tempranillo como consecuencia de su adaptación a esa región, singular y por ende diversa (aunque seguramente no por mucho más que razones de suelo y clima). Tal discusión de enorme nimiedad, terminó tan lamentablemente como suelen terminar todos los debates de afirmación identitaria, con un corte de mangas, o una peineta, mientras el dolido se bajaba del autobús, como argumento aparentemente irrefutable de la realidad de su diferencia.

(*Más madera sobre la “tinta de Toro”: Bryan nos cuenta que la viña que cultiva en Lanciego en el “Paraje de la Virgen” –viñedo singular que da su nombre al vino que de allí resulta-, “fue plantada justo después de la filoxera (el registro oficial indica el año 1920, pero pudo ser antes dada la ausencia en la época de Consejo Regulador) y creo que podría ser una de las primeras que se plantó después de esto. Es interesante porque se produce la mezcla de variedades e incluso la mezcla de clones dentro de una misma variedad. Aquí, por ejemplo, no tengo el tempranillo habitual que se conoce en Rioja, sino el de Toro.” Tal parece que en determinadas zonas de esta denominación el suelo arenoso impidió el avance del insecto).

https://nuevecuatrouno.com/2022/09/13/diario-vendimia-el-restaurador-de-vinas-bryan-macrobert/

El libro termina su celebración con una cena de amigos en la que se da cuenta de tres botellas de María 2009. Compradas éstas unas horas después de aquella de 2006 en la que viajaba el genio no se alcanza a entender muy bien la diferencia de añadas, salvo por la circunstancia de que esta última iba a ser objeto de cata profesional en la misma tienda a los pocos momentos de la compra, en la que incluso la María persona estuvo presente. Os transmito los siguientes detalles y notas de cata de su folleto introductorio:

“Añada 2009: Una añada en el puro estilo ribereño.

Un invierno frío, una primavera seca, un verano muy cálido y seco permitieron una viticultura muy sana y poco intervencionista.

A partir de septiembre las temperaturas frías por la noche optimizaron la maduración de la uva al nivel tánico y aromático.

Una gran añada, madura y completa que permitió a la uva expresar plenamente las virtudes de nuestro terroir.

“Cata: Floral (violeta), fruta negra (cereza negra, mora) con madera armoniosa en nariz (marrón glacé, garrapiñadas)

La boca potente tensada hasta el final por el frescor de la caliza, con un punto casi salado sobre taninos sedosos que recuerdan la mineralidad de las parcelas de origen.”

En todo caso, esa diferencia de añadas nos ha venido muy bien, pues quedaban por casa precisamente algunas botellas de María 2009, una de las cuales hemos abierto para brindar, toda la familia, por el éxito de la aventura de los Alonso del Yerro, al par que por el de Laventura propio.

Personalmente soy más del espíritu machadiano de “amar los mundos sutiles”, pero debo añadir que en ningún momento anterior este vino me ha parecido tan excepcional como en ese brindis, trece años después de su embotellado. Es curioso, exactamente el mismo lapso de tiempo que pasó para la cata del Vega Sicilia. Larga vida al vino y a todos nosotros.

Nuestra entrega de hoy es un libro publicado en 2018 (2ª edición, EYE Editorial) titulado DIARIO LÍQUIDO. EL VINO, EL AMOR Y TODO LO DEMÁS, y lo suscribe TERROARISTA.  La solapa nos explica inmediatamente que Terroarista es un blog y que el nombre quiere significar “defensor de la tierra”.

El blog de Terroarista es seguido por gran número de aficionados al vino: www.terroarista.com Se recomienda por sí solo. Aquí lo debemos hacer especialmente, ya que en este caso el libro no parece ahora fácil de encontrar.

Se encabeza el blog con un decálogo, cuyo punto de partida es: TERROARISTA: Persona que: 1. Acepta como máximo distintivo de calidad de un vino la expresión del terroir. La atípica naturaleza dentro de la tierra del Rioja de MacRobert and Canals queda justificada también por medio de un decálogo, cuyo punto final dice: Porque no somos terroiristes ni mercadotécnicos, somos humanistas; en el vino una gran parte depende de la actitud de la persona que lo elabora y de los instrumentos de que se sirve.

No hay contradicción. Sin mano del hombre no hay vino en la tierra. La descuidada afirmación de que esa mano siempre perjudica a la naturaleza es una forma de negacionismo, siquiera sea vacunatorio. Dios nos libre de todo fundamentalismo, incluido el de sus seguidores. Y de polarizaciones interesadas. Tanto del sesgo: o eres natural o eres comercial, como de su contrario: el defecto es intrínseco al vino natural. El vino es siempre un artificio. Su equilibrio y bondad está en el hombre que ama a la naturaleza y la defiende.

Hablemos del libro, aunque ya dije que debemos seguir al bloguero. Su recensión es obligada, como lo es la de todo libro leído con ánimo de mejorar nuestro conocimiento del vino, o las historias que contar en su torno. Cuanto menos como forma anticipada de redención para el caso en que nos atribuyamos como idea propia cualquier reflexión o consideración en alguno de ellos leída, sin que recordemos ya quién fue el que contribuyó a que la hiciéramos nuestra.

El libro nos cuenta un viaje de peregrinación que Terroarista emprende por Italia con una amiga, An, también anónima; ella andando, él en bicicleta. Transcurre por parte de la vía Francígena. La parte italiana que va de Gran San Bernardo (¡ojo! cerrado en invierno) en la cima de los Dolomitas hasta Siena en el corazón de la Toscana. (Tiene una coda sin peregrinación en Roma Città Aperta).

La Vía Francígena guía a los peregrinos que se dirigen desde la Catedral de Canterbury a la Catedral de San Pedro. Aunque, como en todo peregrinaje, la partida debe hacerse desde el punto más próximo al hogar. Su recorrido inicial de 1.760 kilómetros fue establecido en el año 990 por Sigerico -arzobispo de la primera, conocido como “el Serio”, a no confundir con nuestro rey visigodo- en el año 990, adquiriendo en algún momento el nombre de Vía Francígena, con el que hoy es conocido. Si bien nuestro guía limita su recorrido a la parte italiana que va desde el Gran San Bernardo –cima de los Dolomitas- a Siena. La pretensión que le anima no es el ecumenismo, sino la no menos religiosa, monjes mediante, de demostrar que todas las rutas de peregrinación son caminos de vino. Y a fe que da buena prueba de ello. La página web que se ofrece como oficial es: https://www.viefrancigene.org También se puede consultar la de la Asociación en España en: https://francigenavia.wordpress.com

Hoy la peregrinación une dos fes cristianas que no se las han tenido pacíficas a lo largo de la historia, de modo que puede tener mucho mayor sentido religioso. Sin embargo, no es este el que anima a nuestro protagonista, quien confiesa que emprende el camino con el objetivo de demostrar que todas las rutas de peregrinación son en realidad caminos de vino. Fueron sin embargo monjes quienes le dan la razón. Que él se encarga de corroborar mediante sucesivas libaciones de las que va dando buena cuenta, si bien poco a poco el viaje se va convirtiendo en una epifanía, en una revelación que implica un cambio vital. Como dice Paco Berciano en el prólogo, la “road movie” va cambiando a “wine movie”; después camino y vino se diluyen y queda la historia.

Todos los caminos que se andan son iniciáticos. Algunos de ellos van incluso más allá y son verdaderas epifanías. El de Belén emprendido por los tres reyes magos, u hombres sabios, es el que da título a la saga. Se incorpora poco después el de Damasco donde Saúl vio la luz que le hizo caerse del caballo, y de sus principios. Más tarde el de Santiago de Compostela, y también cualquiera de los “romeos” que conducen a Roma, según el cantar que recoge A. Machado.

“Romero para ir a Roma,

Lo que importa es caminar;

A Roma por todas partes,

Por todas partes se va

Como en el caso es la Vía Francígena. Hay también otros más interiores: el machadiano que se hace al andar, el teresiano camino de perfección, o el quijotesco desfacedor de entuertos.

Ahora bien, en ningún caso las epifanías son exportables. Solo se manifiestan en quien las experimenta. Por más cuidada, precisa y sentida que sea su narración nunca operará cambio alguno en el lector, por más conmovido que éste pueda quedar. Así que dejemos la historia del terroarista en su intimidad, para quien confesadamente la escribió, y entretengámonos en lo que nos aporta físicamente sobre el viaje en sí, singularmente sobre los vinos que aquí nos convocan.

En cuanto a las circunstancias físicas generales, afortunadamente tampoco los padecimientos de los peregrinos, sean pedestres o ciclistas, son trasladables, de modo que tampoco entraremos en ellos, aunque aquí sí, la experiencia ajena que leemos puede servirnos de guía. Lo que realmente nos interesa es la descripción de lo que se ve y de lo que se bebe. Respecto de ambas cosas nos quedamos con sed. Bien mirada esta frustración esconde un elogio a regañadientes.

Muchas cosas nos cuenta sobre lo que ve –carreteras, caminos, senderos, ciudades, pueblos, montañas, paisajes, monumentos, albergues…-. Etapas del viaje que tienen nombres de italiana, vale decir mítica, belleza: Aosta, Ivrea, Vercelli, Pavía, el Po, Piacenza, Findenza, Lucca, Pietrasanta, San Miniato, San Gimignano, Siena!…

Regiones que añaden a su vez la mítica de sus vinos: Piemonte, Emilia-Romagna, Toscana… Sobre estos, los que se encuentra, o se podría encontrar, se explaya. Si nos deja sedientos, es porque nos encomienda también la búsqueda, el descubrimiento. El camino ya lo conocemos de cuando hablamos del maridaje: prueba/error. El riesgo siempre es recompensado, aunque a veces no lo sea por el vino. Hay que rechazar la comodidad de la costumbre y el empobrecedor consejo del algoritmo.

Intercaladas entre las distintas etapas del trayecto se encuentran consideraciones escolásticas sobre la materia. Esparcidas aquí y allá entre las 381 páginas que componen el libro encontramos una treintena de interrupciones en el viaje para darnos un repaso enológico. Las lecciones duran menos de media docena de páginas, sin ninguna pretensión de ser magistrales, sino la de ayudarnos a formar nuestro propio criterio. Independiente, vale decir honesto. Las materias abarcan casi todo el temario: historia, miedos versus reglas, elección y pistas, denominaciones y su complejidad, variedades vitícolas, añadas, bodegas y hacedores, temperatura, gurús y otros animales (homenaje a Durrel, el naturalista), prescriptores y consejos, elaboración y vinificaciones general y especiales, la edad, las barricas, el cuidado de la tierra…

Recuerdo singularmente algunas de las clases. Por ejemplo, aquella en que ubica en su lugar adecuado (de méritos y deméritos) tanto a Robert Parker, como a Alice Ferney, (quien no se corta un  pelo en pregonar que ha salvado al mundo del primero). O aquella otra en que rechaza los vinos abducidos ya por el sistema, se definan o no como naturales, (¡abajo el pensamiento único!; “Algunos vinos son capaces de generar emociones, de excitarte, de hacerte sentir. Si la emoción es sorprendente y profunda, se graba en tu memoria y te hace feliz. No importa el origen, o la crianza o donde ha realizado la fermentación o el color o el precio… ”). O la que dedica  a los padres de la biodinámica Steiner y Joly: es el amor demostrado al viñedo, al margen de esotéricas prácticas de fe, lo que resultará medible en los resultados.

El proyecto Francígena puede ser sin duda un buen proyecto, de vida y vinos.

ELISABETTA FORADORI. Azienda Agrícola Foradori. Mezzolombardo, Trentino Italia. “En el nombre del padre”.

La palabra “Dolomitas” tiene para todos los que aman la naturaleza y la montaña –no digamos ya para los ciclistas- resonancias míticas. Sistema montañoso del que forman parte singulares torres rocosas llamadas como su todo, situado en el Norte de Italia, frontera y comunión con Austria, a cuya forma imperial ha pertenecido intermitentemente. Patrimonio de la Humanidad declarado en 2009.   Se desarrolla en los territorios llamados: Trentino-Alto Adigio, Véneto y Friuli-Venezia Giulia..

A este espacio de maravillas nos conduce Elisabetta Foradori. Y dentro de él a dos zonas concretas que podemos localizar por medio de los pueblos más conocidos de Mezzolombardo y Cognola.

La primera zona, al norte de Trento y sur del Tirol, es un valle arquetípico de la región al venir cerrado por un circo de montañas de piedra desnuda que lo rodean. Es el Campo Rotaliano (o la Piana Rotaliana), valle de unas cuatrocientas hectáreas, formado por los cauces de los ríos Noce y Adigio abiertos trabajosamente entre las verticales paredes. En él  la Azienda Foradori elabora vinos con la variedad característica de la zona que es la teraldego, y con pinot grigio.

trentino-alto adigio

piana-rotaliana

La segunda, al este de Trento, es una Villa, vale decir una residencia palaciega campestre, de principios del siglo diecinueve: Fontanasanta, llanada así por cosa del río Salùga (esto es, Santa Agua). En su tierra de rocas blancas, arcillosas y calcáreas, Elisabetta plantó en 2007 las variedades manzoni y nosiola, perfectas para sus vinos blancos.

Esta última es elaborada mediante maceración conjunta del mosto con las pieles de las uvas durante nueve meses en tinajas de barro: “la arcilla conecta las energías de la tierra y el cielo… El barro permite obtener los máximos matices posibles del vino.”…  “La tinaja es una muestra de la complementariedad de los cuatro elementos. La tierra se convierte en polvo fino, el aire seca las capas de arcilla, el agua permite que la arcilla sea moldeable y el fuego cuece y endurece con la mano del hombre acompañando cada gesto.” Esta mano es la de Juan Padilla uno de los poquísimos alfareros que quedan capaces de este trabajo. Ya hemos visto páginas atrás su también difícil pervivencia en Miravet (Tarragona); en este caso proceden del poblón manchego de Villarrobledo (Albacete, España).

Recuerdo haber visto muchas de esas tinajas, o sus pedazos, abandonadas por los campos de Villarrobledo, donde la familia política de mi mujer tenía casa y bodega, y donde pasé yo muchos buenos días y mi mujer casi todos los veranos de su niñez. Recuerdo también las grandes tinajas erguidas, alineadas en esa bodega. No eran de tipo ánfora, sino que tenían el fondo plano de modo que se podían sostener de pie, ayudadas por un andamio de tablones a la altura de las bocas, que permitía además el ir de una a otra y maniobrar en su interior. Mi mujer tiene otros recuerdos más vívidos: las botas de agua que les compraron para ayudar al pisado de las uvas, la historia del hermano del tío que cayó a una de las tinajas y murió al ser rescatado en el mismo instante en que su respiración pasó la franja donde se acumulaba el anhídrido carbónico… Hoy todos esos recuerdos, casa y bodega son polvo, la última sepultada bajo un montón de deudas. ¡Loor a los heroicos vinateros y a los tinajeros que dan forma y vida a los cuatro elementos con sus manos!

tinaja-villarrobledo

Buscando en internet referencias con las que adornar el comentario topé inmediatamente con su página web: www.agricolaforadori.com. Una primera vista de esta transmite la misma primera impresión que Elisabetta causó a nuestros autores:pasión por lo auténtico, la estética y la calidad”. Permite después observar cómo hoy su papel es el de “constante apoyo” de los hijos Emilio, Theo y Myrtha a cuyo cargo está la Azienda. Ya había adelantado en nuestro libro que pensaba en un cambio, otras cosas relacionadas con la tierra y la agricultura:

La vida, como el vino, si es verdadera supone una continua transformación”.

Lo que es seguro es que esa nueva vida será siempre y en todo caso biodinámica. La biodinámica en ella no es solo una forma de pensar y de trabajar, es su forma de estar en el universo:

La planta no es solo materia; el mundo vegetal, el mundo animal y el ser humano está conectados a una energía que recae sobre lo material pero proviene del cosmos, algo que la ciencia niega”.

tinajas elizabetta foradori

El cultivo “en” biodinámico de las viñas, como expresión peculiar y voluntad militante de la conciencia ecológica en la vini/viticultura, es objeto de muchas apreciaciones en distintas partes del libro, pero quizás en ninguna de manera tan rotunda como en el presente caso. Encontramos referencias a la “antroposofía” de Rudolf Steiner, a la práctica vinícola y literaria de Nicolas Joly, a la inteligencia relacional y profundamente radicular de las plantas percibida por Stefano Mancuso

“La ciencia es muy importante, pero no podemos ser solo ciencia, hay en el ser humano una parte espiritual que no se debe ignorar”

Compartimos la idea de que el fundamentalismo puede ser tan dañino en religión, como en ciencia. No debería calificarse de superchería todo aquello que hoy por hoy la ciencia no puede explicar. Nos gustaría volver en estas cartas sobre la cuestión, atendiendo a aquellos maestros. De momento acabemos como hacen los autores su capítulo: El ejemplo de Elisabetta y su manifiesto han sembrado en nosotros semillas de responsabilidad, de conciencia ecológica y de compromiso con la tierra”.

En nuestro caso además hemos encontrado en ella la traducción italiana de Laventura que nosotros también hemos emprendido. “Chi non risica non rosica”, equivale a nuestro “Quien no se aventura no ha ventura”.

JOHN WURDEMAN. Pheasant´s Tears, Kajetia (Georgia). Georgia, el terruño de Dios”

Llegamos a la última etapa de nuestro viaje. Al último personaje. Empezamos en la tecnoemoción de California y concluimos en la emoción visceral, y primigenia de Georgia (nación, no aquélla que tenía on his mind Ray Charles). Vuelta a los orígenes, a la Madre tierra. Era naturalmente inevitable y recordamos los diversos pasajes del libro como pasos en Laventura de desandar hacia el principio esencial.

Georgia se encuentra en esa región indefinida donde Europa y Asia hacen coupage.

Georgia

 

Dicen los italianos, al menos lo leí de uno de ellos, que Dios creó el país más hermoso de la Tierra en Italia, y que para compensar tamaña belleza creó a los italianos. Los georgianos dicen, al menos lo leí en este libro, que ellos llegaron tarde al reparto del mundo recién creado porque se habían entretenido demasiado libando vino en honor de Dios creador, de modo que cuando se presentaron estaba todo asignado. Entonces Dios, al enterarse de la razón de su tardanza, les encomendó el trozo de tierra que se había reservado para Sí mismo.

También puede tratarse de astucia. La astucia que da la experiencia de lo vivido, y esta sin duda que les sobra. John Wurdeman nos cuenta que un día, sin demasiados preámbulos, un paisano georgiano desconocido le ofreció el regalo de unas viñas y de la enseñanza de hacer vino. Atónito rechazó el regalo con pinta de troyano, hasta que apreció que se trataba más bien de un trueque. El paisano le estaba pidiendo que a cambio él, que era un hombre de mundo, debía extender las maravillas del vino georgiano por todo su ámbito. Sin duda alguna pues que el regalo nos lo hizo a todos nosotros.

Este John Wurdeman es nuestro último viñador. En una de las fotos que recoge el libro le sobra la camiseta para ser un aislado superviviente de un naufragio remoto, en otras le sobra igualmente para ser un hípster de barba arreglada, trendy y postmoderno. Leo impreso en una de ellas: “You gotta fight for your wine” y sigo escribiendo más entonado.

Este virginiano de película apareció un buen día por Georgia en pos del canto georgiano que el azar había puesto en sus manos adolescentes. Un ejemplar de una edición de 300 CD editados en Alemania, dedicados a tal canto, recaló por misteriosas razones allá en Richmond donde él se criaba, y para más azar en la tienda donde él los adquiría. Seguramente ya no fue el azar sino el canto de las sirenas el que le condujo a su destino de ser algo así como el revelador del vino natural.

“Disfrutad de un canto georgiano desde la mismísima bodega. Lástima que el placer y la alabanza haya que imaginarlos en la letra.

https://www.youtube.com/watch?v=ciH7a_1k3Bk

Veamos cómo este se elabora siguiendo a nuestro libro:

Cada campesino georgiano sigue la tradición vitivinícola manteniendo variedades de vid autóctona (520 se citan), así como una bodega en casa para la conservación y fermentación del vino llamado <marani>

“En otoño, los agricultores introducen la uva pisada en <kvevris>, unas tinajas de barro de forma conoidal que pueden llegar a tener una capacidad de hasta tres mil litros. Todas ellas están enterradas hasta el borde en el suelo arcilloso de esta región, de manera que las numerosas venas de agua subterránea las enfrían aún más.

El vino fermenta y macera allí hasta primavera. Entonces el caldo se extrae y se traslada a otros <kvevris>, que previamente se han limpiado con ramas de pino, y que se cierran con una tapa de madera. Después se sellan con barro. Aún dormita el vino en la tierra fresca de la bodega oscura. Algunas familias poseen <kvevris> de más de cincuenta años.

Cuando se destapa semejante tesoro, empieza el ritual…

John Wurdeman elude el protagonismo aunque este naturalmente exista:

Si la mano del hombre no interviene, deja más espacio a la naturaleza.”

Lo que la naturaleza aporta al vino es vida, de modo que cuanta más vida haya en la viña más rico será el vino. Pero el terruño aporta también la vida espiritual, lo intangible: “el conocimiento colectivo de su existencia, la experiencia colectiva de un sitio, las lágrimas, la risa el amor y el miedo.”

Nos recuerda a alguien tan alejado como Scruton quien, como ya sabemos, percibía en el “terroir” del borgoña a Juana de Arco o la Catedral de Nôtre Dame. Quizás no estén tan alejados: la espiritualidad está tanto en la manera de elaborar, como en la de beber el vino: “para tener un vino espiritual, primero debe existir una cultura espiritual”. La cultura es siempre producto del ser humano, es su forma de redención.

Concluye aquí nuestro recorrido por el libro. Nuestra recensión de sus más de 380 páginas ha sido naturalmente breve. Confío en que haya servido para animar a su lectura. De ser así, lo concluiréis como nosotros con la misma emoción con la que lo concluye Inma Puig en su epílogo:

Si les ocurre como a mí, a partir de ahora no solo apreciarán los sabores, sino que también podrán intuir las emociones. Hay una historia reposando en el interior de cada botella, y necesita ser degustada para que pueda ser contada.”

Perdónesenos por tanto la vanidad de sentir al redactar estas cartas que formamos parte de esa historia en una manera infinitesimalmente mínima, aunque no menos auténtica, así como el atrevimiento de añadir al libro una coda dedicada al viñador que está “tras nuestras viñas”: Bryan MacRobert. Creemos que sus palabras pueden estar a la misma altura, aunque será el tiempo que lo juzgue. Naturalmente ello debe ser objeto de otro capítulo.

MARÍA JOSÉ LÓPEZ DE HEREDIA.– Viña Tondonia. Haro, La Rioja (España) “El eterno retorno”.

Volvemos pues a España, ahora a “La tierra del Rioja”. Cabría pensar que se trata de un lugar y de una bodega cuya cercanía y admiración nos hará sospechosos de subjetividad, si no fuera porque la objetividad está garantizada por el unánime reconocimiento universal.

Escuchando a María José López de Heredia por medio de su larga entrevista -hay en este capítulo del libro más que en ningún otro conversación, debido sin duda alguna al magnetismo que emana de su persona y de su forma de expresarse-, se me ocurre que explicar Viña Tondonia sería explicar la vida de una familia, (en la que se integran sus animales de compañía), durante ya cuatro generaciones quienes en un determinado medio (que son la bodega y viñedos), se afanan en comunión para el logro de un fin inmutable y universal (personalidad y calidad de los vinos).

Es este fin el que unifica todas las vidas en una historia coherente. De hecho no creo que María José estuviera muy de acuerdo con el subtítulo del capítulo “El eterno retorno”, por más que este sea justo con cada relevo generacional. En su casa nada se ha ido y ha vuelto, las vidas y los principios enlazan sin solución de continuidad.

“Ahora dicen que vuelven los clásicos, pero yo creo que los clásicos no han estado nunca fuera para que ahora vuelvan.”

La historia familiar empieza con el bisabuelo, Rafael López de Heredia, quien tras diversos avatares de novela barojiana o episodio galdosiano recala en Haro, donde construye en 1877 la bodega, en lo que hoy es el mítico “Barrio de la Estación”. Comienza a hacer vino en 1900, aunque debe “replanta(r), quizá debido a la filoxera, todas las tierras entre 1901 y 1907, por lo que en 2001 algunas cumplieron cien años. Otras tienen setenta porque volvieron a ser atacadas por la filoxera”.

Queda fijada así la base; al patriarca siguen: el abuelo quien vivió muy difíciles momentos bélicos; después el padre, Don Pedro, a quien corresponde el honor de hacer universal el proyecto gracias a una personalidad arrolladora y firmes convicciones que le llevaron a mantenerse en la tradición y huir de modernas tipificaciones que se mostraron efímeras. Lamentablemente no llegó a conocer el libro, que le dedica un emotivo In memoriam,  pues falleció entre las galeradas.

Ahora los tres hermanos Julio César, María José y Mercedes, mantienen la misma inicial “aspiración de conseguir que Viña Tondonia sea una leyenda, y a fuer que lo van consiguiendo.

La familia cuenta para ello con la inestimable e imprescindible ayuda de quienes ya son sus animales de compañía. Infinidad de seres vivos penetraron en la bodega y en su historia por diferentes medios: en la piel de las uvas o alojados en las rugosas comportas de chopo en que se transportan, a través de puertas y ventanas abiertas en ventilaciones cruzadas norte-sur poniente-levante o por esporulación y generación espontánea… Hongos, esporas, levaduras, microorganismos, mohos, ácaros, murciélagos… se han instalado allí y colaboran por generaciones de generaciones codo con codo con la familia humana para dar al vino la categoría de mito.

Un universo complejo:

El vino depende de la vid, de la bodega, de las instalaciones en que se trabaja, de la microflora, de la mano que lo trabaja, (que es lo que marca un estilo)…”

El medio en que esa vida en simbiosis se desarrolla son por tanto los viñedos y la bodega que a ellos se asoma. Viñas de nombres míticos coincidentes con los vinos: Tondonia, Bosconia, Gravonia, Cubillo… Doscientas hectáreas en vaso en los meandros del Ebro, “que ciñe y desciñe” como ya dijimos en otro momento a los mejores vinos del mundo.

Bodega diseñada desde su nacimiento para la “bio-mimesis” esto es la reproducción de la naturaleza viva en un espacio acotado. Ventilación natural y selección natural de flora microbiana muy salvaje que es capaz de fermentar a altas temperaturas…

Ninguna necesidad de añadidos artificiales al proceso.

A ello colabora otro material de enorme vitalidad: la madera. Pero la madera no se impone. Su personalidad debe acomodarse al fin común. Para garantizar su integración en el medio se instala una tonelería en la propia bodega. Es en todo caso “hotel” para la vida y trabajo de los animales de compañía: “los tinos inmensos de robles centenarios están incrustados de vida fósil, de uvas, granos, pepitas, cristales tartáricos y esporas de levaduras. Pocas bodegas tendrán la misma certidumbre acerca del inicio natural de las fermentaciones que Viña Tondonia. Una gran actividad microbiana inviolable da la bienvenida al nuevo mosto para convertirse en caldo.” Tinos llenados más de 10.000 veces. Hay registro de todo ello. Sería descortés no mencionar a la persona que está dando sentido antropológico a toda la documentación. Máxime cuando se trata de Luis Vicente Elías Pastor.

Naturaleza y tiempo sin más se dan la mano para estabilizar los vinos física y microbiológicamente: la “microoxigenación” es de largo recorrido.

“Sus vinos duermen y, a través de las duelas empapadas y ennegrecidas por el ambiente húmedo transpiran. Cuando salgan al mercado, no tendrán las reducciones que sí hay en otros vinos. Allí en los calados, se pasan un mínimo de seis años en esas barricas de diez, veinte o veinticinco años de edad. Sin apenas trasiegos y con ciclos de filtración natural fluyen hacia los tinos de homogeneización, y de ahí, ya en botella, al descanso plácido en nichos de piedra natural sabiéndole ganar el tiempo a la vida de manera lenta, apacible. El moho se convierte en escudo, incrustándose en cada botella como un guardaespaldas particular y creando estalactitas y estalagmitas de polvo prieto”.

Todo ello al servicio del mismo fin: vinos finos, personales, únicos:

Vinos (blancos) sobredorados inmortales, que se ablandan tiernamente allí donde la luz se arraiga, rosados añejos y tozudos que inspiran a talentosos vignerons franceses, y tintos adorados por afamados gourmets de todo el mundo, que idolatran su rigidez fina y tersa.

Bryan me comenta que no cree que haya ninguna bodega en el mundo comparable. Ninguna como esta que a fuerza de mantener sus principios haya sido capaz de crear ese microcosmos en el que los vinos se sienten tan confortables que aguantan crianzas, manteniendo su vigor y plenitud, inconcebibles en cualquier otro medio. Obviamente el exquisito cuidado de las viñas es presupuesto. Más de un centenar de años haciendo las cosas de la misma manera conllevan una personalidad única, personalidad que naturalmente se traslada a los vinos.