Roger Scruton “I Drink Therefore I am” (Bebo luego Existo).

El azar en las lecturas que sustentan estas cartas nos lleva a ocuparnos ahora de otro libro escrito en inglés, y a otro homenaje póstumo. Se trata de I Drink Therefore I am”, subtitulado  “A Philosopher´s Guide to Wine”, obra del filósofo inglés Roger Scruton, publicada por primera vez en el año 2009. Se reitera lo de inglés porque el autor presumía de ello, aunque se haya dicho que lo suyo era nostalgia de una Inglaterra que nunca existió, lo que resulta ciertamente posible a tenor de lo que este libro nos ofrece. Falleció en el malhadado año 2020. Hombre controvertido y amigo de la controversia no vamos a ocuparnos aquí de su figura pública; solo nos interesan sus peculiares opiniones sobre el vino –al respecto ejerció durante un tiempo de crítico periodístico-, en el libro que comentamos.

 

 

Existe traducción española a cargo de Elena Álvarez editada en 2017 por RIALP, con el título “Bebo, luego existo”. No recoge el subtítulo del original. Quizás hubiera sido oportuno hacerlo. Todo inglés, en general todos los admiradores de Monty Python, saben y el mismo autor nos lo dice, que el título del libro copia un estribillo de una canción del rompedor grupo, “Bruce Philosophers´ Song” (https://www.youtube.com/watch?v=l9SqQNgDrgg) que pasa revista a las borracheras de los grandes filósofos, sean ellas etílicas o mentales, o incluso flatulentas como es el caso de Descartes, el de “pienso, luego existo”

Efectivamente en el núcleo medular del libro (Capítulo 5), el autor analiza la segunda parte del silogismo: “Luego existo” (“Therefore I am”). En estas tres palabras, nos dice, se concentran todos los conceptos que son el sustento de toda reflexión filosófica: (i) “therefore” es “razón” (o “causa”), (ii) “I” es “conciencia” y (iii) “am” (primera persona singular del presente simple del verbo “to be”, para que luego los angloparlantes se quejen de nuestros verbos irregulares) es “ser”. Reflexiona pues sobre dichos términos con tal profusión de argumentos y tantas citas de clásicos, con tal precisión en conceptos y palabras, que de ningún modo debe tomarse a broma que concluya afirmando que si Schopenhauer había escogido el equivocado camino de considerar como última realidad existencial la “voluntad” (“will”) y no el “ser” o la “identidad” (“self”), ello era de achacar a su afición a la cerveza, y a carecer del hábito de sostener cada noche delante de su cara la copa de vino en la que el “yo” confronta con su propia reflexión

La primera parte del silogismo, esto es el puro acto del  “Bebo” (“I Drink”), no le merece complejas reflexiones filosóficas. Tan natural es el beber como el pensar. Sí observa la posible existencia de diversas formas del “beber”. No parece que la manera de beber influya en la conclusión inexorable del “existir”. Pero quizá destruya la asimilación al pensar, hay maneras de beber en las que la racionalidad está ausente. Textualmente nos dice: conocemos los adversos efectos que el vino causa en estómagos vacíos, y somos testigos de los mucho peores que causa en las mentes vacías.

El libro tiene pues dos partes claramente diferenciadas aunque se ofrezcan entremezcladas. Por un lado, las reflexiones filosóficas, nada fáciles de seguir; por otro,  las consideraciones vitivinícolas, muy estimulantes de hacerlo, y que vienen regadas con tal cultura, claridad de criterio y sentido del humor tan serio como típicamente inglés, que se paladean agradablemente.

 

 

Comienza con el viaje iniciático que lleva al autor, haciendo gala de ese proverbial sentido del humor, a convertirse en «wino».  A continuación nuestro wino nos hace un literal Tour de France y después nos da noticias de otras partes del globo terráqueo. Se entretiene singularmente como es natural en países de la órbita de la Commonwealth. No parece que sus noticias resulten de un directo conocimiento del terreno, salvo en el caso de Francia, aunque de esta queda excluida la Borgoña que reconoce no haber visitado nunca. Son pues viajes de ombligo en torno a la copa de vino, a su propia capacidad de inhalar vapores y exhalar metáforas y a su enorme cultura; afirma paladinamente: “Viajar estrecha la mente y cuanto más lejos, más estrecha deviene”. (pág. 84). Esta falta de contacto con el terreno no le impide ser un firme defensor del “terroir”, en el que incluye toda la cultura que le resulta querida. (El “suelo” no solo es la física mezcla de calizas, mantillo y humus, sino que tal y como Jean Giono, Giovanni Verga o D.H. Lawrence lo describirían: “cultivo de pasiones, escenario de dramas y hábitat de dioses locales”

No puedo entretenerme en tales comentarios, bastante tenemos con ocuparnos de lo que dice después de España. Nos dedica unas tres páginas de las cuales casi dos están referidas a cuestiones socio políticas, sobre la base de la lectura de la España Invertebrada que José Ortega y Gasset publicara en 1921. Pasaremos estas cuestiones de largo, y nos atendremos al vino.

Se precia graciosamente de conocer nuestro país tan íntimamente como Debussy –quien vino a la Península Ibérica una vez durante un fin de semana, comprobó su error y salió huyendo de vuelta a París-, porque él estuvo conduciendo su desvencijada moto un par de días por los Pirineos sin encontrar nada digno de mención.

Recurre también pues a su ombligo. En su imaginación, España se encuentra todavía sin estropear, y pensarla -aún más, beberla-, le resulta una fuente de gozo no contaminado. Los pueblos y bodegas, que visita en la copa, están encalados, cubiertos de azulejos, colgados de pendientes escarpadas, de cuyos apretados perímetros, el suelo abrasado, pobre, áspero, y arcilloso cae como faldas de terracota.

Así pues los mismos topicazos románticos de Merimée y compañía que tuvo el músico. Debussy pudo no obstante tener también indudables referencias auténticas para componer el Preludio número 3 del Libro 2 (entre los años 1912/13) -titulado precisamente, y precisamente en español, “La puerta del Vino”-, pues en este cabe percibir algo de las Danzas Españolas de Granados o de la Iberia de Albéniz, publicadas ambas unos años antes, bien que afrancesadas con el natural impresionismo y el ritmo de la mano izquierda de Ravel.

 

Sin duda alguna Scruton tuvo también referencias auténticas en las copas en cuyo derredor viajaba.

Entre nosotros se ocupa fundamentalmente del Rioja, del que nos dice que es una invención francesa. Parece ser bien cierto que el desarrollo de los vinos en la tierra del Rioja viene ligado al momento en que la epidemia de filoxera había borrado los viñedos de Burdeos. Ahora bien, sigue diciendo textualmente: “la bodega en España representa más un negocio que un lugar, y es menos un viñedo que una fábrica, que con frecuencia compra uvas por toda la región; aquí debes acudir a la “empresa” más que  al “terroir”, de modo que el vino nunca te llevará como en Francia a un pequeño espacio de suelo determinado. (Aunque ya sabemos que en este “suelo determinado” puede incluir a la misma Juana de Arco).

Así las cosas, no parece que deba desmerecer que en la “bodega riojana” se ensamblen uvas de toda la tierra de la denominación, con tal de que no se alteren artificialmente las propiedades de cada varietal. Rioja es también en su conjunto un “terroir”. De esto ya hemos hablado al referirnos a la biodiversidad de la tierra del Rioja, y habrá oportunidad de ampliar lo dicho.

El Rioja tinto -continúa el autor- se elabora con Tempranillo, mezclado con pequeñas cantidades de Garnacha, Mazuelo y Graciano. Es envejecido en barricas de roble habitualmente americano, lo que explica su sabor a vainilla y su largo final. Viene oficialmente clasificado en cuatro tipos en función del envejecimiento en barrica y en botella: simple Rioja, Crianza, Reserva y Gran Reserva. Este último solo puede ser elaborado en las mejores añadas, y para beberlo en su mejor momento debe esperarse durante diez años, concluyendo con su imaginería habitual: “Una copa de un viejo Gran Reserva es como una visión en una cripta iluminada por velas en la que ostentosos arzobispos dormitan entre cálices de oro”

Y concluye el autor todas sus referencias a vinos españoles observando que la combinación de Tempranillo con barricas de roble funciona bien únicamente en la favorecida región del Rioja, no así en Valdepeñas, donde el gran reserva puede con frecuencia traer consigo sobredosis de desconchado maquillaje. Añade que en otras zonas el Tempranillo se mezcla con variedades más septentrionales, o bien es excluido por completo. Entre estas últimas destaca como más interesante la del Bierzo con sus viñedos antiguos en la ruta de peregrinación hacia Santiago de Compostela, plantados de la variedad autóctona “mencía”, que “gracias a un suelo pobre y quemado por el sol es rico en minerales, de un color sangre oscuro y gusto melancólico, como una agridulce canción de amor de Lorca”. Ahora bien, esos viñedos se desarrollan en pizarrosas faldas de montaña tan empinadas que deben ser trabajadas con burro, de modo que, siguiendo con sus licencias poéticas, concluye en que siempre que ha ofrecido ese vino a su caballo Sam, éste rápidamente se ha alejado, como si oyera en él los rebuznos de los muchos equinos machacados hasta la muerte en el trabajo manchado de sangre que ha servido para producirlo.

 

 

A continuación penetra el libro nuevamente en consideraciones abstractas, como el significado del vino, o el significado de las quejas o reproches que se le hacen, en especial la relativa al abuso (el alcohol en suma). El libro no es precisamente breve, 198 páginas en inglés, que pasan a ser, como parece ser es inevitable, 295 en su traducción de letra solo ligeramente más grande Imposible pues su resumen, pero sí cabe destacar tres ideas importantes: (i) la intoxicación del vino es una experiencia sensorial más que estética, (ii) es más fácil y tentador prohibir que educar; las tendencias prohibitivas resultan del puritanismo que se ha definido (H.L. Mencken) como “el miedo obsesivo a que alguien, en algún lugar, pudiera ser feliz”, y (iii) el consumo del vino debe guiarse, como la vida, por las máximas escritas sobre la puerta del templo de Apolo en Delfos: “Conócete a ti mismo” y “Nada en exceso”, ambas naturalmente relacionadas, porque practicar lo segundo es presupuesto para intentar lo primero.

Por último nos da unas ideas sobe maridaje, palabra que como ya sabemos de anterior entrega todo el mundo denuesta, pero a la que no se encuentra sustitución adecuada. ¿Qué beber con qué? Ahora bien, el objeto del maridaje no es aquí el alimento material, sino espiritual. Esto es, qué vino encaja bien con cada filósofo (o viceversa). Naturalmente la selección es subjetiva. Unos ejemplos muy escuetos: un buen Burdeos es perfecto para acompañar la lectura de La República de Platón; nada de vino, sino grandes cantidades de agua más una austeridad espartana serán necesarias para poder tragar el libro más seco jamás escrito que es la Metafísica de Aristóteles; un Borgoña de 1964 es muy adecuado para leer a Sartre, ya que de tal modo la relectura será tan imposible como volver a encontrar el vino. Nos reserva el honor de asignarnos a Leibniz, con un Crianza o un Reserva de Rioja, abierto eso sí con una antelación de una o dos horas para que los sabores arzobispales respiren.

Espero haberos dado buenas razones para leer este libro, tan interesante, divertido incluso, como exigente. Concluyo reconociendo que desde que lo leí, me siento, cada vez que alzo la copa, y confronto mi “yo”, más consciente del ser, del placer y del placer de compartir.

 

Llega el momento de decir la palabra

y se la deja fluir, se la ayuda

a resbalar entre los labios,

anclada ya en sus límites de tiempo.

La palabra se funda a ella misma, suena

allá en el corazón del que la habla

y trepa poco a poco hasta nacer

y antes es nada y sólo una verdad

la hace constancia de algo irrepetible.

“Memorias de poco tiempo” 1954

 

Esta entrega de Vino y Letras es un homenaje a José Manuel Caballero Bonald, escritor, fallecido el pasado 9 de mayo. Como escritor de poemas, novelas y memorias, es totalmente reconocido. No hay premio literario en España de prestigio que no hubiera obtenido, culminando con la recepción Premio Cervantes en el año 2012. En artículos y obituarios que circulan por Internet podéis informaros de todo ello.

Lo mencionamos especialmente aquí porque además era un enamorado del vino. Se cuenta que el regalo que mayor ilusión le hizo al ganar el Cervantes fue el de una llave que le daba entrada a una importante bodega de Jerez, a la que podía acceder durante un año, todo cuanto quisiere y acompañado de todo aquél que le pareciere. Enamorado y conocedor. La noticia de su muerte ha acelerado la idea ya prevista de dedicarle una entrega de estas newsletter pues en la estantería de las esperas en la biblioteca estaba su BREVIARIO DEL VINO, que publicó el editor José Esteban en Madrid en el año 1980, dedicado a “A mis compañeros de promoción literaria, que han bebido lo suyo”. (Promoción que es la conocida como la de los poetas del 50 del pasado siglo).

 

 

Noticias publicadas ahora nos llevan a enterarnos que ese librito conoció diversas ediciones posteriores hasta la última, que es primera en Seix Barral en octubre de 2006, notablemente mejorada en cuanto a estética. En cuanto a contenido se limita fundamentalmente a una actualización de las cifras, y al añadido de un bonito capítulo sobre (III) “Los vinos españoles según los viajeros europeos”. Los otros capítulos tratan de: (I) “De la mitología a la historia”, (II) “La memoria bíblica del vino”, (IV) “De la viña a la botella”, (V) “Usos y consumos”, terminando con un “Breve vocabulario vinícola”.

Empecemos –como hace el capítulo Ipor el principio, es decir por la leyenda, que no siempre es una versión desfigurada de la historia. Incluso suponiendo que lo sea, resulta especialmente tentador atribuirle a la biografía del vino la misma antigüedad que a la biografía del hombre”. Y resulta especialmente estimulante sentirse parte de esa historia. De haceros conscientes de ello es de lo que se trata aquí.

A continuación ese capítulo expone cómo se desarrolla esa fusión de mito y realidad en las diversas historias: de sumerios y arios, de chinos y egipcios, de pueblos semitas, de persas y parientes cercanos, de griegos y romanos, íberos, precuelas y secuelas, árabes y cristianos, y dentro de éstos en especial naturalmente los monjes…

El capítulo II acoge la memoria bíblica del vino. Desde el Génesis que contempla su nacimiento (y efectos) en el mundo nuevo, recién lavado, gracias a Noé, el único justo de su generación que mereció ser salvado del diluvio universal, hasta su consagración, literal, en la última cena del Nuevo Testamento. Pasando por su significación para un pueblo que cifra en la falta de “higueras” y de “vides” el mayor de los pesares en su peregrinaje a la tierra prometida (Números), y singularmente por el milagro de las Bodas de Caná, la transformación de agua en vino, que nos ilustra acerca de la importancia del vino en la sociedad ya asentada. (Perdonadme que interrumpa la lectura para recomendaros que busquéis en Youtube un video que explica con delicia por boca de una niña tal milagro. Esta niña ha manifestado que ese es el pasaje de la Biblia que más le gusta, y el telepredicador (pues se trata de esto) tras poner cara de asombro e iniciar su pedagogía estomagante, presiona a la pequeña inquiriéndole sobre qué enseñanza obtiene de tal historia, y es ella quien nos da la lección: “Que si te quedas sin vino ya te puedes poner a rezar”).

 

 

El capítulo III nos da cuenta de la opinión que los vinos españoles han merecido a los viajeros europeos, empezando nada menos que por el cumplido elogio del jerez que puso Shakespeare en boca de Falstaff (en Enrique IV, 2ª parte, 1600), por el que no cabe sino sentir una envidia sana aquí desde la tierra del Rioja, que pasa prácticamente desapercibida para los cronistas extranjeros que visitaron la península llamados primero por el Imperio, después por la voluntad de ilustración, y más tarde por la iluminación del romanticismo. Hoy “todas esas experiencias viajeras tienen ya decididamente un marcado regusto prehistórico”, pero sin duda alguna que las referencias y citas animan nuestro recorrido vitivinícola y nuestra voluntad de ampliar su ámbito.

 

 

El vino propiamente dicho inicia su andadura en el capítulo IV hasta terminar cumplidamente con la botella. El camino nos lleva de “la tierra y la cepa” –con algo también del “ambiente” que proporcionan los “microrganismos” y el “clima”-, pasando por “la vendimia” -en el momento idóneo de azúcar y acidez-, por la “obtención del mosto” mediante pisa o estrujado, por la “vinificación” –esto es, transformación de la glucosa en alcohol-, por la “selección y corrección de los mostos” con labores como “bazuqueo”, “remontado”, “trasiego”, “sulfuración”, “aireación” o “refrigeración”, hasta que efectuado el “descube” el vino to be pasa a las barricas de “crianza”, en estas permanece para su “envejecimiento y conservación”, mediando constantes “análisis” y acaso debidas “rectificaciones” –con especial referencia como es natural al sistema jerezano de “soleras” o “criaderas”-, hasta culminar en la “botella”, pero no acabar así su vida, que sigue evolucionando dentro de ella. En cuanto a esta evolución concluye el debate sobre su duración, así como el capítulo, observando que “ante lo incierto de la cuestión, tal vez sea preferible optar por beberse un vino antes de que pueda dejar de serlo. La paciencia de la vista es una cosa y la oportunidad del gusto otra. Una bodega privada selectamente abastecida siempre es un apetecible tesoro, aunque en ningún caso debe pensarse que puede ser heredada de padres a hijos”.

 

Pongamos pues manos a la obra y a ello nos ayuda el capítulo V “Usos y consumos”, en el que nos habla de cuándo, dónde, cómo,  en qué y con qué disfrutar de una bebida que, antes que “espiritosa, es un nutritivo estimulante de la fisiología humana”. 

Dos son las cosas que como apretada conclusión me ha transmitido la lectura de este breviario. El placer la lectura, dotado como está el autor del don de la palabra. La satisfacción de formar parte de la historia del vino que, según se ha querido resumir en él: “coincide prácticamente con la historia de la humanidad durante estos últimos diez mil años. La vid y la civilización han convivido inseparablemente, intercambiándose sin cesar sus respectivas virtudes en un estimulante pacto de ayuda mutua.

Hoy los refranes andan de capa caída, y no menos los “refraneros” entendidos no en el sentido académico de colecciones, sino en el coloquial de personas proclives a endilgarlos sin ton ni son. Las razones están claras. Buena parte de los refranes contienen moralinas estomagantes, cuando no hacen vomitar directamente, y tal es con frecuencia el propósito de quienes los pontifican. Prosódicamente hablando son moscas cojoneras o tocapelotas.

Con todo hay refranes que tienen un puro y sugerente valor descriptivo, y hay situaciones en que los mismos encajan como anillo al dedo. Incluso el taco tradicional, la palabra malsonante de toda la vida, puede tener su momento adecuado y brillante, aún para los más remilgados.

Un repertorio para tales ocasiones con relación a la materia que aquí felizmente nos reúne, es el libro Refranes y dichos populares en torno a la cultura del vino de Víctor Jorge Rodríguez, auto editado, lo cual es quizá todo un síntoma, por segunda vez, lo cual puede ser un consuelo o acaso un refranero tropiezo en la misma piedra, en mayo de 2015.

 

refranes y dichos populares del vino

 

Tenemos aquí un repertorio amplísimo, desgranado en sucesivos capítulos relativos a la exaltación del vino y de sus beneficios para la salud, a la manera en que se debe beber, tanto solo como acompañado, incluso de otros alimentos, a sus consecuencias, físicas y psíquicas, tanto respecto de la amistad, como del “amor” (lo dejo entrecomillado porque mayormente los refranes tienden aquí al vinagre), o respecto de los casamientos.., a más de otros “refranes de toda la vida”, relativos a los cuidados de la viña y elaboración del vino, y a las diversas zonas geográficas de producción. En adecuada conclusión: “El vino para todos. El vino siempre”. Tiene además una previa introducción en la que se destaca la naturaleza de los refranes como elemento de la cultura popular, y se aconseja el tomarlos a pequeños sorbos, paladeando y en buena compañía.

Ahí quedan pues a disposición de vuestro ingenio. (De lo de la auto edición me percaté cuando estas líneas estaban muy avanzadas. Quizá el libro no sea fácil de encontrar, con todo colecciones hay muchas*). Me temo que yo no hice caso del consejo, y su ingestión masiva ha generado cierta pesadez. Por un momento pensé que, para dar un toque de humor a la retahíla de frases sentenciosas, podría tratar de ofrecer su traducción literal al inglés. Por divertiros, hablando en plata (speaking in silver), ya que de perdidos al río (from lost to the river); además ello podría contribuir a ampliar el idioma de Shakespeare, puesto que en su tierra lógicamente el vino carece de caldo popular de cultivo, y el campo es campiña para expansión de nobles animales, protagonistas estos por tanto mayormente de sus refranes, singularmente el caballo, pero también gatos y perros que al parecer les caen del cielo llovidos a cántaros. Un par de pruebas me hizo desistir del propósito, no saltaba ninguna chispa.

En todo caso, tomados con un grano de sal –recaigo de nuevo en lo de refranero, debe ser lo de la viga en ojo propio y la paja en ajeno-, un buen refrán puede tener su buen momento. Categorizar sobre lo que sea bueno es siempre subjetivo. A mí me gustan los metafóricos y los de toda la vida: “subirse a la parra”, “caerse de la parra” (versión riojana del guindo), “salir a por uvas”, “nos dieron las uvas”… Real y no metafórico debió ser el “te la han dado con queso”, argucia que se emplea(ba) para mejorar la calidad del vino. (Treta infalible y universal porque, según nos cuenta nuestro libro, que el vino con queso sabe a beso es expresión literal en al menos siete idiomas; en todo caso no conviene abusar del tópico, la mejor manera de destrozar un magnífico vino es tomarlo con un magnífico queso inadecuado).

 

 

Trato de evitar lo de “al pan, pan y al vino, vino” que detrás de su inocencia suele esconder una pretensión beligerante; los angloparlantes la dejan clara en su forma de decir: “to call a spade, a spade”. Mantengo lo de la beligerancia, pues yo naturalmente identificaba sin más “spade” con “espada”, cayendo de bruces en la trampa del falso amigo. Podéis verla en: http://falsosamigos.com/2012/07/spade%E2%89%A0espada/

El “spade” pues viene del “spate” germánico, que es una pala nada beligerante –parece que singularmente utilizada por los cerveceros, como da fe la marca de una de ellos-, o también una laya. No obstante, sea dicho que en un diccionario de latín encontré “spatha” referida precisamente a las espadas que utilizaban los pueblos bárbaros del norte, porque la romana era llamada “gladius”, de aquí los gladiadores. También cabría apuntar en mi descargo que los ingleses califican de “spade” al palo de “espadas” de la baraja española y a ¿su equivalente? de “picas” de la baraja francesa.

En fin que escribir siempre es equivocarse. Al que le interese embrollar más la cuestión puede consultar la Wikipedia, e incluso la siguiente página que echa la culpa del embrollo nada menos que a Erasmo de Rotterdam al traducir los Apotegma de Plutarco: https://wordhistories.net/2018/07/21/call-spade-spade/

Dado que esto se va alargando como en mí es inevitable, no parece oportuno una mayor selección, que sería azarosa, entre los centenares de refranes que hay. Así que solo voy a detenerme en dos por su vigencia en el contexto de MacRobert & Canals: “el pan cambiado y el vino acostumbrado”, y “donde buenamente quepa, viñador, planta una cepa”.

El primero quiere expresar que, en tanto que respecto del pan gusta probar cosas nuevas, respecto del vino, una vez afirmado el gusto no hay quien lo quiera cambiar. De eso naturalmente nos quejamos las bodegas jóvenes, de la dificultad de cambiar los hábitos de los consumidores de vino. Obviamente no llueve a gusto de todos, de modo que tenemos amigos propietarios de bodegas centenarias que se quejan de que hoy sus clientes solo buscan, como la sociedad, la última novedad.

El segundo es naturalmente de época anterior a la mecanización del campo. Los rendimientos eran los naturales de la tierra, y no los forzados por medios artificiales. Prueba de la verdad del refrán son las plantaciones en nuestras viñas de El Barranco del San Ginés, en Laguardia, y el Paraje de La Virgen, en Lanciego, ambas declaradas ya viñedos singulares.

Tal parece que en esta materia es un hecho científicamente comprobado que el tamaño de los culos de los animales de tiro y carga ha sido la más precisa vara de medir anchuras a lo largo de la historia. Determinó en su momento –la suma de dos culos-  el ancho de los carros y carruajes por ellos tirados, de aquí pasó a los vagones del ferrocarril, y por consecuencia a la anchura de caminos y vías férreas, a continuación túneles, y naturalmente a los objetos transportados, incluso los mismos cohetes bélicos. Al respecto nosotros no añadiremos más que el dicho italiano: “sè non è vero, è ben trovato”.

 

“Tomando medidas».

Sin duda alguna que tal tamaño determinó la forma de plantación de las viñas cuando caballos y mulas eran instrumento esencial de trabajo; respetando esa necesaria distancia y la derivada de sus inevitables contorsiones y giros, las cepas se plantaban donde buenamente cabían. Se utilizaba el cuadro y no la hilera, porque las pasadas del arado dejaban así menor espacio para completar la labor manualmente con la azada. El rendimiento se obtenía por la acumulación de cepas –era la lluvia, la otra variable a tomar en consideración-, y no cabía forzar químicamente la producción de cada una de ellas. Hasta cierto punto no molestaban las pendientes, no habiendo por otra parte medio de allanarlas.  En El Barranco nos hemos encontrado que la anchura es de 1,40 metros, en tanto que en Lanciego es de 1,60 metros, no todos los culos son del mismo tamaño según es sabido, aunque por otra parte también pudiera ocurrir que fuera un lago o depósito ya construido –la cabida de éstos se solía acomodar a la tierra poseída-, el que determinara la cantidad de uva que podía elaborarse y por tanto el número de cepas que debían plantarse.

(*) De hecho, terminadas estas letras me topé revolviendo libros de viejo, con “Los refranes de Baco”, una también espléndida y ordenada recolección por Luis Hermógenes Álvarez del Castaño, publicada por Libros.com, en su segunda edición de marzo de 2014.

 

Temperatura:

El mes de junio ha sido en conjunto normal, con una temperatura media en la España peninsular de 19,9 ⁰C, valor que queda 0,1 ⁰C por encima de la media de este mes (periodo de referencia: 1981-2010). Se ha tratado del vigesimosegundo junio más cálido desde el comienzo de la serie en 1961 y del decimocuarto más cálido (el octavo más frío) del siglo XXI.

Nuevamente este mes, respecto de la Tierra del Rioja, se observa un mayor incremento de la temperatura respecto de la media cuanto más al occidente observemos, pero sin superar el margen del 20% de los años más cálidos. En todo caso, con grandes diferencias entre la primera mitad del mes, muy cálida especialmente entre los días 6 y 16, y la segunda mitad, de temperaturas muy bajas para la media.

Precipitación:

El mes de junio ha sido muy húmedo, con un valor medio de precipitación sobre la España peninsular de 49,8 mm, que representa el 147 % del valor normal del mes (periodo de referencia: 1981-2010). Se ha tratado del decimocuarto mes de junio más húmedo desde el comienzo de la serie en 1961, y el segundo del siglo XXI.

En la Tierra del Rioja, el mayor incremento se registró en la zona occidental alcanzado incluso el 200% de la media, en tanto que en la parte oriental se mantuvo en torno al 125%, siendo menor en la llanura del Ebro que en la zona montañosa.

Respecto de la cuenca del Ebro, siendo la precipitación media del período de referencia de 42,1 l/m, se alcanzó la cifra de 68,4 esto es un porcentaje del 162%

Insolación y otras variables

La insolación acumulada a lo largo del mes de junio se mantuvo en torno a los valores normales (período de referencia 1981-2010) en la mayor parte de España.

En cuanto al viento, en junio fueron escasas y poco significativas las situaciones de vientos fuertes, destacando la de los días 12 y 13 de junio que afectó a puntos montañosos de la provincia de Ourense.

Nada pues especialmente reseñable en la Tierra del Rioja.

En el mes de junio nuestros viñedos se encuentran entre las semanas siete a diez de su fase de crecimiento. Después de la gestión de espergura que practicamos en mayo para propiciar la mejor formación de los brotes que en su día serán los sarmientos, hubimos de tener ahora cuidado de los brotes laterales que se forman a lo largo de los brotes verticales; procedimos a retirar, como normalmente se hace, dos o tres de estos brotes laterales que salen en la base del brote vertical, la que se llama precisamente zona basal, a fin de que los racimos que se formen en esta zona se desarrollen libremente, con buena ventilación e insolación. Mientras que por encima de esta zona basal, se mantiene el desarrollo de los brotes laterales, con vistas a la futura formación de hojas.

Ello es así porque las hojas de la vid tienen una vida útil activa muy corta, de unos cuarenta a sesenta días. Durante este período llevan a cabo muy activamente la función de fotosíntesis. y metabolizaciones. Transcurrido ese período su labor empieza a declinar disminuyendo la actividad fotosintética, hasta el punto que puede decirse que su utilidad se reduce a proporcionar sombra. Por lo tanto confiamos precisamente en esos brotes laterales altos de nuestras viñas en vaso para el desarrollo de hojas jóvenes en junio y julio, pues estas son las que contribuirán a su fase final de crecimiento y a la maduración de los racimos de uva a finales de agosto y septiembre. Los racimos requieren esas hojas sanas y vigorosas para una óptima producción de ácidos y azúcar.

Durante el mes de junio la maleza comenzó de nuevo a crecer así que los viñedos hubieron de ser arados una vez más, actuando esta vez desde el centro del renque hacia la planta, culminándose la labor alrededor de esta con la azada de mano. Naturalmente esto siempre se hace mejor poco después de que haya caído una pequeña cantidad de lluvia, ya que suaviza el suelo, haciendo que este trabajo manual resulte mucho menos engorroso.

 

El libro que nos ocupa en esta entrega de Vino y Letras se titula: “FALSOS MITOS Y VERDADERAS LEYENDAS DEL MUNDO DEL VINO”. Su autor es Antonio Tomás Palacios García, Enólogo y Doctor en Biología, editado por AMV Ediciones, en su segunda edición del año 2018.

 

 

El autor es sobradamente conocido en el mundo vitivinícola, no en vano amén de los estudios indicados en el párrafo precedente, es práctico en todos sus ámbitos, desde la elaboración por tierra y su aire, por mar y su fondo (sic, es decir tal y como suena), pasando por la investigación, por el análisis químico y microbiológico, hasta por la enseñanza tanto como profesor universitario, como formador en empresas privadas. Y aunque en la contraportada del libro no se recoja, se mueve con mucha soltura, quizá deba decir experiencia, en el campo del marketing.

El libro se dirige, según se subtitula a “consumidores y profesionales”. Y efectivamente los primeros podrán encontrar en él química afectiva que les haga aprender a disfrutar más, y los segundos química científica que le ayudará en la toma de decisiones.

Contiene cuarenta y un  puntos, y un “Bonus track”, que es una historia de amor entre la hermosa Berry, la uva, y el heroico Saccharo, el hongo, de cuya fruición mutua el vino es glorioso hijo, relación amorosa y erótica que como todas las míticas que se precien necesita de su Cupido, un dios, en este caso en forma de ser humano que ponga en relación a esos dos protagonistas, controle y enriquezca su relación productiva.

 

 

Obviamente no podemos pretender aquí hacer un resumen por más sintético que fuera del contenido de cada uno de esos cuarenta y un puntos. Las cuestiones en ellos tratadas interesarán a todos los amantes del vino. Naturaleza y hombre en la elaboración del vino, sedimentos y filtración, oxigenación, envejecimiento, olfato y cata, definición y palabrería, ecologismo y superchería, disfrute del vino y “superfluosidades” (como diría Manolito, el amigo de Mafalda), ciencia enológica y homeopatía, efectos saludables y soñados del vino, precio y valor, el terroir y la percepción mineral, maridajes, crianzas…

 

 

El autor da lo que promete: desmonta mitos y afirma verdades con beligerancia científica y desmedida pasión por su trabajo y por el resultado de este. Algo de esa pasión se nos contagia. ¡Viva el vino! Aunque nos previene contra el romanticismo. El mercado es el mercado, y si no entra en el mercado la bodega no es bodega, o pronto dejará de serlo.

Las enseñanzas de libro podrían condensarse en el axioma: respeta al hombre tanto como respetas a la naturaleza. Encuentra profunda incongruencia en afirmar que cuanto más actúe la naturaleza y menos el trabajo del hombre mejor será el vino, siendo así que el destino natural de las uvas sin intervención humana es morir en forma de vinagre.

 

 

Desde las primeras páginas ya se defiende que es la “intervención humana” en el viñedo y posteriormente en la vinificación (bodega) la determinante de la calidad, personalidad y diferenciación del resultado final. En ese esfuerzo debe atender a las demandas de los consumidores, y por ende a las modas dictaminadas por los prescriptores, que solo la tecnología y la innovación científica es capaz de seguir. Podemos quizás aquí enarcar cejas en gesto interrogativo. Páginas después tras abordar las cuestiones de la decantación, de los sedimentos y de la filtración, concluye que las decisiones técnicas de bodega para mantener la integridad sensorial del vino no deben depender de modas o tendencias, sino del conocimiento a nivel químico y microbiológico del producto. ¿Contradicción? No creo, más bien diría equilibrio, proporción, justa medida, respeto… (Uno lee sobre prácticas como esa especie de deconstrucción/reconstrucción molecular del mosto a través de un proceso de ósmosis inversa, y no puede evitar el pensar una vez más que de los “perfeccionismos” no puede salir nada bueno, por muchos puntos que obtenga.)

 

 

Esa misma vocación cientificista se reafirma más adelante; apostar decididamente por el ecologismo, no debe excluir la modernidad tecnológica, rechazando lo que califica de desvaríos, como la homeopatía enológica, o el recurso a la energía cósmica o al esoterismo; no entramos aquí y ahora en el debate, nos limitamos a compartir la premisa de que la circunstancia de que un vino sea definido como natural no implica sin más que sea bueno. También conjuga el “terroir” con la técnica vitivinícola, y la tradición con la innovación tecnológica…

En suma trescientas treinta y una páginas de amor por el trabajo bien hecho y bien fundamentado, que contribuirán a incrementar vuestra cultura enológica, por tanto vuestros recursos para apreciar la “naturaleza” de los vinos, y en definitiva vuestras ganas de ponerla en práctica, que es lo que de verdad importa: beber vino siempre con equilibrio y en la mejor de las compañías (tanto personales como alimenticias).

TEMPERATURA
El mes de mayo ha sido en conjunto cálido, con una temperatura media en la España  peninsular de 15,7 ºC, valor que queda 0,6 ºC por encima de la media de este mes (periodo de referencia: 1981-2010). Se ha tratado del vigesimosegundo mayo más cálido desde el comienzo de la serie en 1961 y del undécimo más cálido del siglo XXI.

Sin embargo, respecto de la Tierra del Rioja puede decirse que en su práctica totalidad las temperaturas se situaron alrededor de la media, con excepción de la zona más occidental, esto es la cuenca del Oja-Tirón, especialmente en la zona de los Montes Obarenes, en la que fueron ligeramente más cálidas. En todo caso, sí hubo notable alternancia de días fríos y cálidos.

PRECIPITACIÓN
Mayo ha sido muy seco en cuanto a precipitaciones, con una precipitación media sobre la España peninsular de 34,0 mm, valor que representa el 57 % del valor normal del mes (periodo de referencia: 1981-2010). Se ha tratado del duodécimo mes de mayo más seco desde el comienzo de la serie en 1961, y el sexto del siglo XXI.

En la tierra del Rioja la sequía fue más notable en la indicada zona occidental (alrededor del 60% de la media), resultando menos grave conforme transitamos hacia oriente, hasta alcanzar parámetros prácticamente normales en la Rioja baja u oriental.

La cuenca del Ebro registró una precipitación media de 40 l/m, lo que representa un 60% de la media 1981 – 2010, período por tanto indudablemente muy seco.

INSOLACIÓN Y OTRAS VARIABLES
La insolación acumulada a lo largo del mes de mayo fue prácticamente normal en toda la Tierra del Rioja, salvo en la zona de la Sonsierra que registró un incremento del 105%, lo que coincide con el general de la península. En cuanto al viento, en mayo fueron escasas y poco significativas las situaciones de vientos fuertes, destacando las siguientes: la de los días 8 y 9 de mayo que afectó a puntos montañosos de la cornisa Cantábrica y el Pirineo y la de los días 11 y 12 de mayo que afectó a algunas zonas del noroeste peninsular.

A finales de abril y durante las primeras semanas de Mayo las viñas estuvieron creciendo muy activamente, de modo que debimos empezar el programa de tratamientos para evitar el posible desarrollo de enfermedades provenientes de los hongos. Dado que, como ya sabéis, la mayoría de nuestros viñedos se plantaron antes de la mecanización, tienen alta densidad y el espacio entre las hileras (renques) es muy estrecho, de modo que es imposible realizar tales tratamientos con máquina, y debemos llevarlo a cabo a pie, cargando mochilas.

Es un trabajo agotador, pero preferimos mantener los viñedos en su estado original que no eliminar hileras para posibilitar el paso de los medios a motor. Además tiene sus ventajas, ya que podemos llevarlo a cabo incluso justo después de las lluvias, cuando el suelo aún esta anegado, puesto que nuestros pies (nuestro peso) no compacta la tierra. El tractor cargado con el pulverizador puede llegar a pesar cuatro toneladas, y compacta la zona radicular de las vides a su paso, precisamente la zona más necesitada de esponjosidad y capacidad de asimilación de agua.

En mayo se comienza también a gestionar la copa de la viña en vaso. Hay que ir revisando cepa por cepa para eliminar aquellos sarmientos que no interesan al adecuado desarrollo de la planta. Tal labor es conocida como “espergurar”. Nos permite gestionar el número de brotes, su carga, y el espacio entre ellos, procurando la mejora de la aireación y de la insolación de la viña. De tal manera ayudamos a la fertilidad de los brotes y a la reducción de la posible aparición de enfermedades, e incluso facilitamos el trabajo de poda tras el siguiente invierno al quedar la vid mejor formada.

Por último iniciamos también otro proceso que es conocido como el despunte. Se lleva a cabo con los brotes que han crecido tan vigorosamente que corren el riesgo de romperse por su propio peso. Detenemos el alargamiento del brote, lo que tiene un efecto positivo en la medida en que ayuda a fortalecer su base, evitando que se rompa por la fuerza del viento. En algunas variedades de uva se produce un tercer efecto, pues fomenta el desarrollo de brotes laterales que luego deberán eliminarse en junio.

Según la AEMET el mes de abril de 2021 ha sido, en su conjunto, un mes normal tanto en precipitación como en temperatura. El décimo abril más cálido del siglo XXI, el vigesimonoveno mes de abril más seco desde 1961, y el undécimo del siglo XXI.

La temperatura media en la España peninsular fue de 12,0 ºC, valor que queda 0,6 ºC por encima de la media de este mes (periodo de referencia: 1981-2010). La anomalía de temperatura en La Rioja fue casi inapreciable.

En cuanto a precipitaciones, la media caída sobre España peninsular fue de 63,4 mm, valor que representa el 99 % del valor normal del mes (periodo de referencia: 1981-2010). Aunque debe observarse que fue muy seco en la cornisa Cantábrica y Navarra y desproporcionadamente húmedo en la Comunidad Valenciana y región de Murcia. Consecuentemente también fue seco en la tierra del Rioja, situándose el porcentaje de precipitación en aproximadamente un 75% de la media de aquel período.

 

 

(Aunque también se apunta en el informe que el cambio de metodología de medición iniciado en septiembre 2020 puede implicar diferencias significativas en los resultados respecto de los obtenidos con el anterior método).

Es obvio que cuando dividimos el año en meses para contaros las labores que durante ellos hacemos en los viñedos no estamos fijando citas perentorias e inexcusables. Es la naturaleza la que fija el calendario al que debemos adaptarnos.

Preparadas las cepas mediante la poda y las tierras mediante su desbroce y limpieza, lo que como sabéis nos ocupó los meses pasados, toca esperar a que la vida (la viña) se abra de nuevo paso misteriosamente. Esta es nuestra labor esencial del mes de abril.

Otoño e invierno dejan las cepas en un primer estado de latencia. Esta es conocida como endolatencia. Los días más cortos y las temperaturas más frías inhiben el crecimiento de los brotes asegurando un equilibrio hormonal. Las yemas quedan como dormidas. Pero internamente van preparando lo que se llama el “desborre”, que en esencia es la hinchazón de la yema que preludia el retorno de la vida y la reiteración anual de todo el ciclo vegetativo que culminará con los racimos. Cuando la yema ha adquirido esta facultad entra en el segundo período que es llamado de ecolatencia; las vides ya están listas para brotar. Que esta brotadura se produzca depende de la actividad de las raíces y esta a su vez de las temperaturas del aire y del suelo, así como del agua en este presente.

 

 

En definitiva es el calor, o más bien la ausencia de frío por no exagerar, el que devuelve la cepa a la vida. Y como toda vida esta es arriesgada. Fundamentalmente en esos momentos primerizos el riesgo radica en la posibilidad de heladas, lógicamente por tanto cuanto más temprano es el desborre mayores son los riesgos de bajas temperaturas.

Este año, con las temperaturas cálidas en febrero, las vides salieron de la ecolatencia antes de lo habitual, las raíces comenzaron a activarse antes de lo normal, tomando agua y nutrientes que luego condujeron a un aumento en la presión de la turgencia en las yemas, lo que resultó en una ruptura de brotes más temprana. Brotes tiernos muy sensibles a las temperaturas de congelación del agua, por debajo de la cual, esto es cero grados centígrados, morirán, y con ello obviamente el fruto que hubiera podido ser. No es raro que un viñedo que ha sufrido heladas solo produzca el 10-15% de su producción esperada lo que a nadie se le oculta es un riesgo económico muy grave.

 

 

Así pues durante el mes de abril estuvimos permanentemente pendientes de las temperaturas, atentos a la necesidad de tomar medidas que disminuyeran el riesgo de las heladas. Afortunadamente estas no se produjeron. Sin embargo nuestro trabajo no fue solo este sufrimiento interior, también iniciamos las labores de espergura. El DRAE atribuye el “espergurar” a Rioja y la define como: “Limpiar la vid de todos los tallos y vástagos que echa en tronco y madera, que no sean del año anterior, para que no chupen la savia a los que salen de las yemas del sarmiento nuevo, que son los fructíferos”.

Con ello damos inicio a los llamados “trabajos en verde” que nos habrán de ocupar los meses siguientes en tanto las uvas no cambien ese color. Os los iremos contando.

Según el habitual resumen del tiempo del mes publicado por la AEMET, marzo de 2021 ha sido el cuarto marzo más seco desde el comienzo de la serie en 1961 y del más seco del siglo XXI, con el agravante de que el mes fue húmedo o muy húmedo en el sureste de la península y en Baleares, de modo que la sequedad fue proporcionalmente más intensa en el resto del territorio peninsular y en Canarias. En la tierra del Rioja se puede situar en un 50% la media de precipitación respecto siempre del período de referencia 1981 – 2010.

AEMET MARZO

Por lo que hace a las temperaturas el mes de marzo ha sido en conjunto normal, con una temperatura media en la España peninsular de 9,9 grados centígrados, un 0,1 por encima de la media de este mes respecto de dicho periodo. A partir del día 23 y hasta el final del mes se observó un episodio especialmente cálido con temperaturas muy por encima de las normales, llegándose a superar, el último día del mes, los 30 grados centígrados en zonas de Extremadura y Andalucía y en algunos puntos del cantábrico. En conjunto se ha tratado del vigesimosegundo marzo más cálido desde el comienzo de la serie en 1961 y del undécimo más cálido del siglo XXI. Pero igualmente, salvando ese período final,  fue frío o muy frío en el cuadrante sureste de la península, resultando normal o cálido en el resto del territorio peninsular español. En la tierra del Rioja pudo llegar según zonas incluso a un incremento de 0,2 grados centígrados

En este mes de marzo culminamos las labores que habíamos iniciado en los meses anteriores.

 

 

Por un lado, una vez salvados los sarmientos para su uso gastronómico, procedimos a la quema de los restos de madera dejados por la poda de invierno. Es la forma más eficaz de desinfectar los viñedos y reducir (drásticamente) el número de esporas de diversos microorganismos que viven en la madera muerta y que pueden infectar las vides en la temporada de crecimiento de éstas. Nos gusta hacer esta labor hacia el final del invierno y justo antes de la primavera, cuando los días ya han comenzado a calentar y secar la madera. (También esta labor está sometida a control administrativo).

El segundo gran trabajo a culminar ha sido la limpieza de maleza y malas hierbas. Ya sabéis que optamos por medios exclusivamente mecánicos para tal labor en nuestros viñedos, sin uso de herbicidas, y conocéis las ventajas de toda índole que eso conlleva, tanto desde el punto de vista sanitario como ecológico y de mejora de la calidad de la cepa y de su producto.

Dado que la mayor parte de la labor estaba hecha en febrero, podemos ahora completar la información con datos que os pueden interesar.

En primer lugar se usa un arado llamado “forcate” en la tierra del Rioja, admitido como tal en el DRAE: “Arado de dos varas para ser tirado por una sola caballería”. Mediante este arado, que contiene un plano puntiagudo de unos 30 cm de largo y 15 cm de ancho capaz de mayor presión al introducirse en la tierra, hacemos los surcos entrecruzados en el suelo, para eliminar la maleza y facilitar la penetración del agua con mínima erosión.

AArado llamado forcate

 

De tal manera la tierra queda preparada para usar a continuación un peculiar arado de vertedera. Son arados de vertedera todos los que permiten el volteo de la tierra surcada “vertiéndola” hacia un lado u otro. Este peculiar usado, conocido como “borracho” en la tierra del Rioja, contiene una especie de escalón a uno u otro lado que permite al operario serpentear entre las cepas, acercándose y alejándose de éstas, destapando su base de tierra y lanzando esta hacia el centro del renque, esto es, el espacio que media entre las hileras. Bryan sugiere que su nombre procede del movimiento zigzagueante que el arado debe realizar en torno a las cepas. Luego vemos que WikiRioja lo define así: “Arado de vertedera de dos mangos con una rueda de guía, que se usaba para desacollar la viña sin dañar el tronco, el nombre le viene por la dificultad que tiene para manejarlo el viticultor, ya que se va para todos los lados, como los borrachos, y puede romper muchas cepas.”

 

Arado vertedera

 

(“Desacollar”, por si os da por el pasapalabra, es también riojanismo acogido por el DRAE: “Cavar las cepas alrededor, dejándoles un hoyo en que se detenga el agua”.)

Y así por fin queda preparada la tierra para lo que propiamente ha sido la labor de marzo. La limpieza en derredor del tronco de la vid que el borracho obviamente no puede culminar con total limpieza. Para ello se utiliza como la azada que todo el mundo conoce, obviamente una azada pequeña adaptada a la labor. Laborear con la azada es un trabajo manual que pocos agricultores hacen, ya que resulta agotador; una persona puede cubrir poco más de 1000 m2 de viñedo en un día. Otra de las ventajas que tiene el despejar el tronco de la tierra y evitar que le llegue el agua es que se detiene la formación de raíces de pelos finos en la unión del injerto y la base de la vid. De tal manera la cepa queda forzada a enviar sus raíces hacia abajo en busca de agua y nutrientes. Estamos entrando en primavera, por tanto en fase de crecimiento de las raíces y que éstas profundicen es muy beneficioso pensando en la época en que por falta de lluvia escaseen recursos hídricos más superficiales.

 

I.- Ferran Centelles, quien trabajara en el mítico elBulli entre 1999 y 2011, obtuviera el premio Ruinart 2006 al mejor sumiller de España y fuera Premio Nacional de Gastronomía en 2011, entre otros méritos, ha escrito un libro para sus compañeros de sumillería. Quienes somos ciertamente profanos en la materia nos debemos congratular de ello. Podemos tener la esperanza de que algo de sus enseñanzas cale en los destinatarios, y por tanto tenga benéfica influencia en nosotros cuando acudamos a disfrutar a sus restaurantes.

Porque al final de todo, después de todos los estudios, pruebas, análisis, intuiciones y conclusiones sobre cuál es el vino que, en perfecta sinergia con la comida servida, es el que teórica y empíricamente ha de proporcionar, objetivamente hablando, el mayor de los placeres, el sumiller debe dar un paso más. Debe captar la atmósfera exterior y los mensajes interiores del cliente, para obtener ese mismo resultado, si bien ahora subjetivamente hablando, esto es debe ser capaz de intuir cuál de los posibles vinos que su conocimiento le dicta, proporcionará en ese momento concreto al consumidor la mayor de las satisfacciones. Desde luego si para ello mucho hay que saber de la psicología de los clientes infinitamente más hay que saber de vinos.

El título del libro, ya está avanzado, es ¿Qué vino con este pato? Una aproximación a la esencia de los maridajes. Aquí el pato se presta al juego de palabras, obviamente pensamos en “plato”. Quizás el autor se esté refiriendo a diversas categorías de ánades, pues es precisamente uno de ellos, el “Pato Apicius”, el que servido con vino de Banyuls, da inicio la moderna teoría del maridaje, el maridaje de contrastes. Si el autor hubiera preferido una perspectiva histórica seguramente hubiera recurrido a la “anguila”, sobre la que da noticia de una de las primeras referencias de maridaje que se encuentran escritas: los romanos la tomaban con especial delicia con un buen Phalernum de la región de Nápoles. Pero con la anguila es más difícil la sinergia y quizás también la rima.

 

 

II.- Inevitablemente el autor se entretiene al principio en tratar de poner nombre al objeto del libro. Maridaje. Tal parece que la voz “maridaje” no gusta a nadie, pero también parece que todo el mundo, incluidos por tanto el autor y el autor de estas líneas, se han resignado a no encontrar otra palabra mejor. Armonización, concordia asociación… suenan bien, pero no encajan para nada con ese objeto. Las palabras terminadas en “aje” que son expresivas de una acción suenan forzadas, y además en el caso de “maridaje”, esta parece contener una enojosa perspectiva de género que no puede estar más lejos de la realidad, pues su esencia no es la asimilación de la pareja a uno de los factores, sino la sublimación de ambos. Que la unión de bebida y comida sea mejor que la suma de ambos elementos por separado. Me quedo con la segunda definición que de maridaje nos da el DRAE: “Unión, analogía o conformidad con que algunas cosas se enlazan o corresponden entre sí; p.ej., la unión de la vid y el olmo, la buena correspondencia de dos o más colores, etc.”. ¿Puede haber más seductor emparejamiento que esa simbiosis entre la vid y el olmo?

El objetivo del “maridaje” es pues mejorar el resultado por la suma de factores. De aquí se sigue, como el autor nos irá descubriendo poco a poco, que la versatilidad del vino es su más preciada virtud a la hora de maridar.

 

 

III.- De alguna manera el libro recoge la historia de la evolución de la técnica del maridaje a partir del momento en que se aprecia la insuficiencia de los lugares comunes sobre él heredados del pasado.

Ahora bien, no debe decirse que estos criterios básicos heredados, transmitidos en el ámbito doméstico de padres a hijos, hayan perdido sentido. Al menos nos quedan a los profanos como principios generales de orientación. Razonablemente no cabe equivocarse al respetar que los blancos van mejor con el pescado y los tintos con la carne, o los dulces con el postre –a salvo ese empalago del foie con Sauternes, hoy en general decadencia-, o que el orden debe ser de menor a mayor tanto en lo relativo a color como a temperatura o a grado alcohólico. Mantienen también su vigencia factores que facilitan la elección. Por ejemplo, la adaptación a los vinos regionales, antes casi inevitable, ahora más voluntarioso. Y sobre todo la subjetividad del gusto; para gustos se han hecho los colores y…los vinos; poca equivocación podemos derivar de seguir firmemente este principio.

Claro es que estos maridajes de andar por casa no pueden satisfacer a los profesionales del vino, y menos si se piensa en la evolución que la comida, y más la comida en restaurantes, ha tenido en los últimos años.

IV.- A continuación Ferrán Centelles pasa revista a las personas que más relevancia han tenido o están teniendo en la evolución de la teoría y práctica de los maridajes. La mayoría de ellas tiene alguna publicación, que se recoge en la muy interesante bibliografía que el libro contiene.

Cada hito de esa evolución es una historia. Una historia de personas, conversaciones y viajes, que hacen el libro muy grato de leer, y de seguir. Me tomo la libertad de hacer una clasificación orgánica y desenfadada.

Así, se ocupa en un primer paso de:

  • los maridajes “imaginados” con Rafa Peña y Mireia Navarro (restaurante Gresca),
  • el “maridaje para el comensal (diner) y no para la cena (dinner)” de Tim Hanni,
  • el “maridaje familiar” con Evan y Joyce Goldstein;

después de:

  • el “maridaje metodológico” basado en los elementos de “contraposición y concordancia” de vino y comida, de Gino Veronelli y Pietro Mercadini que culminan en “Il Vino” el restaurante de Enrico Bernardo en el que, en su propuesta más audaz, será el vino, único objeto de elección por el comensal, el que decida su comida,
  • el “maridaje inabarcable” de los cuarenta platos de elBully, desafío frente al que nuestro autor, que era en buena medida el responsable, consiguió alcanzar la calma oriental, a través de Jeannie Cho Lee quien aportara la panacea de la “versatilidad”, y encontrar la paz interior a través de Jancis Robinson: (“La obsesión por conseguir el maridaje perfecto a veces crea demasiada presión”) y de su marido Nick Lander (“Cuantas menos normas, mejor, no te dejes intimidar por el maridaje”);

 

 

no obstante, continua su búsqueda con,

  • el “maridaje piramidal” de Robert J. Harrington, quien en la base de una pirámide para la coordinación de los elementos coloca los gustos básicos –salado, dulce, ácido, amargo, y “umami” (“sabroso”, sabor básico en Japón, hoy, por extensión de sushi y derivados, de rango universal, resultado del glutamato monosódico)-, en el nivel intermedio, la “textura” –la estructura de grasas- y en la punta, los “aromas”.
  • el “maridaje molecular” de Pierre Chartier,  que podríamos calificar de “jerarquía invertida” porque en la base de su pirámide están los “aromas”, determinados estos por la “molécula dominante”.
  • el “maridaje transversal”, de síntesis, o “combinado” en el que ya se moja nuestro maestro autor: “en la pirámide, todos los elementos tienen la misma importancia”.

 

 

para acabar con,

  • el “maridaje integral” o “relatividad del maridaje” de Josep Roca (El Celler de Can Roca) ningún maridaje es adecuado si no conecta con el cliente, de modo que hay que conocer todas las normas y reglas sobre maridajes para poder romperlas con conocimiento de causa a mayor satisfacción del comensal.

IV.- ¿Y qué pasa entonces, una vez analizadas todas las posibilidades, con las alcachofas que todos sabemos “inmaridables”? “La alcachofa en el banco de los acusados” es el título del capítulo en el que se ocupa de ello. (Sentando también en el banquillo al vinagre, a los espárragos, a los huevos y al chocolate –este último para mi sorpresa; volvemos a lo de los gustos y los colores, un chocolate negro negrísimo con un tinto poderoso rojo violáceo están de muerte, digo yo-.) No consta sentado sin embargo un producto que yo aprendí hace unos treinta años en la cocina de una de las más prestigiosas bodegas de la tierra del Rioja. La tablilla colgada decía textualmente: “¡Ojo! No servir vino con los puerros y menos si son profesionales”. No sé si sigue, el cartel o la cocina quiero decir, la bodega continúa viento en popa; habrá que aplicarse el dicho).

 

 

Aliado con su amigo, el ya citado Rafael Peña quien preparó alcachofas de siete maneras diferentes (crudas, hervidas, a la brasa, rebozadas, fritas, en escabeche, en caldo), fueron estas maridadas con nueve vinos españoles de diferente perfil (cava, cava rosado, blancos ligero y con cuerpo, rosado de cuerpo medio, tinto potente, oxidativo, amontillado, txakoli). Sesenta y tres combinaciones posibles por tanto para destruir el sambenito. Seguramente encontraréis al menos una que os llene de buenas sensaciones. Preferiblemente evitar el tinto.

 

 

V.- A modo de conclusiones.

Si se trata de un maridaje en restaurante confiad en que el sumiller haya leído con aprovechamiento el libro de Ferran Centelles.

Tratándose de comidas caseras, seguid vosotros sus consejos. Y…ensayo, ensayo, ensayo… o lo que es lo mismo disfrutar, disfrutar, disfrutar. Y si ocurre que algún vino no funciona con la comida, ya se sabe que los errores enseñan más que los aciertos y que seguro que nada trágico ha de pasar como dice la mismísima Jancis Robinson: “Es increíble cómo algo absorbente y neutral como el pan puede actuar como neutralizador”.

 

Según el informe mensual de la AEMET, el pasado febrero ha sido en conjunto muy cálido, con una temperatura media en la España peninsular de 9,5 º C; esto significa unos 2,5 º C  por encima de la media del mes respecto periodo de referencia, que es en todo caso 1981-2010. En la tierra del Rioja llegó incluso a superar en 3º. Se ha tratado del tercer febrero más cálido desde el comienzo de la serie en 1961, por detrás de los meses de febrero de 2020 y de 1990, y por tanto del segundo más cálido del siglo XXI. Resultaron especialmente elevadas las temperaturas mínimas, que quedaron 3,1 º C por encima del valor normal, las más altas de un mes de febrero desde el comienzo de la serie.

Se identificaron dentro del mes tres episodios especialmente cálidos, el primero se extendió entre los días 1 y 6, el segundo del 8 al 21, y el tercero entre el 23 y el 27.

 

En cuanto a precipitaciones se ha calificado de mes húmedo, con una precipitación media caída sobre la España peninsular de 71 mm, valor que alcanza un 35 % por encima del valor normal del mes en dicho período de referencia. Se ha tratado del vigésimo segundo mes de febrero más húmedo desde el comienzo de la serie en 1961 y del octavo más húmedo del siglo XXI. En la tierra del Rioja este incremento ha sido proporcionalmente más elevado cuando más al oeste nos halláramos. Lo que se corresponde naturalmente con las diferentes cuencas: más húmedo en la vertiente atlántica, más seco en la mediterránea, pudiendo estimarse los incrementos respecto de su valor medio en un 153 % y un 83 % respectivamente.

Por su parte la a insolación acumulada a lo largo del mes de febrero fue inferior en más de un 10 % al valor normal, y en cuanto al viento merece destacar la borrasca Karim que dio lugar a vientos muy fuertes en la mitad norte de la península entre los días 16 a 21.

En tales circunstancias pudimos terminar de sacar los sarmientos de los viñedos en manojos llamados gavillas y realizar nuestro primer arado de la temporada.

 

 

Las gavillas se utilizarán para asar chuletillas de cordero más adelante durante los meses de primavera y verano. Es quizás la especialidad gastronómica más importante de la tierra Rioja, y motivo de fiesta familiar.

El arado del viñedo en esta época tiene diversas razones. Sirve para eliminar mecánicamente, quiere decirse que sin empleo de herbicidas, las malas hierbas que competirían con las viñas por los nutrientes y por el agua más adelante, en la época de crecimiento. También para iniciar el ciclo del nitrógeno que fortalece el suelo y para permitir que las lluvias primaverales penetren en la tierra sin escurrirse ni causar erosión.

Nuevamente hemos optado este año por utilizar animales de tiro en los viñedos viejos. Estos viñedos fueron plantados en los años 1920, 1930 y 1935 en un patrón cuadrado, con alta densidad de viñas y dejando un espacio estrecho entre hileras. Era la forma en que se plantaban los viñedos en aquellos tiempos, en los que solo se concebía el arado con tales animales. La mecanización no existía ni como concepto. Tal patrón de plantación permite el entrecruzamiento de las pasadas del arado, de arriba abajo y de abajo a arriba, de un lado hacia el otro y vuelta, y por último en diagonal. Esto es muy eficaz para eliminar sin herbicidas químicos, las malas hierbas alrededor del tronco de la vid, para procurar la respiración de la tierra y para reducir el riesgo de erosión, pues los surcos no solo van hacia arriba y hacia abajo de la pendiente, sino también perpendiculares a ella y asimismo en diagonal. El agua no encuentra sendas por las que desbocarse arrastrando la tierra a su paso. Resulta así la forma más respetuosa con el medio ambiente de evitar las malas hierbas en el viñedo, a la par que se asegura la conservación de la capa superficial del suelo donde moran los microorganismos que contribuyen a preservarlo. Es esta capa de unos treinta centímetros de espesor la que alberga los microorganismos vivos que representan nada menos que el 80% de la biomasa viva del planeta, y son ellos los que en mayor medida contribuyen a la calidad y personalidad del resultado de las cepas que acogen.

Trabajar con animales en el viñedo tiene, además de todo lo dicho, la gran ventaja de que no se compacta el suelo como hace la maquinaria pesada. Ello permite un mayor desarrollo de las raíces y, en última instancia, vides más sanas y uvas de mejor calidad.

 

Trabajar con animales de tiro es todo un arte. Por suerte todavía tenemos algunas personas en España y específicamente en la tierra del Rioja que lo mantienen como profesión.  Conservan una cultura en trance de extinción. Existen distintos tipos de arado de diversas formas y diferentes materiales, algunos totalmente de madera, otros la combinan con el acero y otros lo son de puro acero o de hierro forjado. La diversidad permite atender a diferentes tipos de suelo en función de su textura, humedad y estructura, a sus diferentes tipos de cultivo y a las distintas labores que procedan en función de la época del año. También hay diferentes formas de arreglar la brida, de uncir el arado al animal, tipos de barras de tiro, de alturas de tracción…, muchas variables de las que derivarán las más sutiles diferencias en el trabajo. Como se puede imaginar, cuando se trabaja con un caballo de fuerza, la configuración más pequeña puede determinar las diferencias más significativas. Todo un arte ya hemos dicho.

El trabajo con arado manual permite sentir la tierra; se está en contacto directo con ella lo que significa percibir los diferentes tipos de suelo y trabajarlos de la forma más delicada o rigurosa que ayude a mantener y mejorar su estructura. La mecanización implica inevitablemente la pérdida de esta íntima conexión con el suelo; hoy la mayoría de los tractores y arados mecánicos tienen suficiente potencia y acero como para destruir la estructura del suelo sin que el operador se percate de ello.

Otros años hemos trabajado con caballos y yeguas. Este año ha sido con mula. Existe una larga tradición de trabajo en la agricultura en España con mulas; puede decirse que es el animal de tiro preferido.  La mula es un híbrido estéril, resultado del cruce entre un burro y un caballo. Generalmente ha sido opción preferida sobre el burro, ya que es más grande y más fuerte, lo que le permite tirar de un arado o de un carro con menos esfuerzo y a mejor ritmo. Y asimismo sobre el caballo, ya que es mucho más resistente y tenaz que este –más terco que una mula es frase hecha-, pudiendo trabajar durante largos períodos sin descanso tirando del arado por terrenos irregulares, alimentándose de lo que el agricultor tenga disponible. Se dice que son más dóciles que un caballo y menos nerviosos, buenos rasgos cuando se trabaja entre cultivos por demás estrechos.